martes, 28 de septiembre de 2010

J. JESÚS AGUILAR FERREIRA

Padre y Maestro
J. JESÚS AGUILAR FERREIRA
                                                                                 
            El 29 de septiembre del 1910 una mujer campesina de nombre Sabina Ferreira dio a luz a un niño en el Rancho de Jerécuaro, Municipio de Morelia. A aquel chiquillo le pusieron por nombre el mismo que portaba su padre: José Jesús Aguilar; y el lugar donde nació, a distancia de 100 años, ha decrecido. De 7 casas de adobe sólo quedan 5 en pié, eso sí, sigue el poblado en el mismo sitio geográfico de su origen, la suave ladera poniente del cerro llamado El Quinceo, la más hermosa de las montañas que circundan a la capital de Michoacán, ya que cubre con toda elegancia el grato horizonte neoclásico noreste visto a partir de nuestra catedral barroca.
            Aquel niño llegó a Morelia, con su familia, a los pocos años de advenir al mundo. Vinieron como víctimas de la violencia de aquellos tiempos, cargando el cadáver de un tío, y aquí se quedaron para siempre.
            Con el paso del tiempo ese infante fue conocido como J. Jesús Aguilar Ferreira, quien con gran esfuerzo y honrado trabajo estudió hasta obtener la Licenciatura en Derecho, después de haber realizado, por años, estudios en el Seminario de Morelia.
            Casó en 1933 con una joven moreliana de nombre María de los Ángeles Cortés Guijarro, procreando la pareja a 8 hijos, e imponiéndome la existencia, como su cuarta creación, en un otoño en el segundo año de la década de los cuarentas.
            Así que mi padre para el día de mañana estará cumpliendo los 100 años de su existencia, la que ha dedicado al pleno ejercicio de su profesión, como maestro, como juez, y como abogado postulante.
            Sus hijos hemos tenido la dicha de gozarlo como padre y como maestro. En mi caso, tuve la fortuna de aprender de él, entre otras muchas cosas, las Etimologías Grecolatinas, y la Introducción al Estudio del Derecho; la primera en el Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo; y la segunda de las materias citadas en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Michoacana.
            Empero, sus enseñanzas las obtuvimos tanto en las aulas como en su despacho jurídico y, si fuera poco, en el mismo seno del hogar, en donde de manera práctica captamos la existencia de los valores, y en donde se nos forjó la capacidad para apreciar el imprescindible mundo de la axiología.  
            Nos enorgullece que su vida haya sido cabal, plena, y productiva. A sus cien años se vale por sí mismo, y aunque menguada, como es natural, su lucidez no lo ha dejado, a grado tal que seguimos buscando sus consejos, obteniendo de él, siempre, la generosidad constante de su auxilio.
            Es verdad que el paso de los años a todos nos afecta; sin embargo, en el caso del padre y maestro J. Jesús Aguilar Ferreira, la suma de sus lustros y sus décadas lo ha convertido en más paciente, tolerante y dulce, le ha refinado su humanismo.
            Nuestro gusto por la Grecia, la Roma, y la Francia, de él nos llegó. El amor por México lo obtuvimos por las dos vías, la materna y la paterna. Hace ya cerca de 20 años celebramos la ceremonia del adiós con nuestra madre; mañana celebraremos la ceremonia de la vida con nuestro padre y nuestro maestro. ¡Qué privilegio!