lunes, 13 de septiembre de 2010

CONDUCEN A LA HISTORIA

Sí o No
CONDUCEN A LA HISTORIA
                                                                                 
            Las expresiones fundamentales en cualquier idioma es el sí y el no; y cuando uno las conoce, realiza un considerable avance.
            En la vida cotidiana, en cualquier parte del mundo, esas dos palabras monosílabas nos ayudan a comunicar qué deseamos beber, o comer, o a dónde pretendemos ir, lo que aceptamos o rechazamos.
            Pero, también, los grandes quiebres del movimiento histórico se han dado a través de esos vocablos; por ejemplo, cuando Caín mató a la cuarta parte de la Humanidad de aquel entonces, lo que aconteció cuando con una mandíbula de burro le desmembró la cabeza a su hermano Abel, quedando sólo vivos en todo el planeta, según la versión bíblica, el hijo fratricida con su padre Adán y su madre Eva. Nunca más ha llegado a darse una matanza tan cuantiosa.
            Caín tuvo que decidir en un momento cumbre de sus funciones: sí, o no. Y es obvia su afirmativa, aunque conforme al personaje cainita del novelista portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura, Dios no hizo nada para frenar al asesino, y en cambio, sí, le puso muy cerca de su mano la quijada del asno.
            Así que en el desarrollo de la Humanidad, el sí y el no han sido cruciales. En China, en Egipto, en Persia, en la India, en Grecia, en Roma, en cualquier cultura el asentimiento y la negación externados lógica y lingüísticamente le han brindado derroteros a la vida, es decir, han conducido la Historia del Hombre.
            ¿Qué hubiera pasado si el mensaje de Doña Josefa Ortiz de Domínguez enviado a través de Ignacio Pérez al Capitán Ignacio Allende, sobre que la conspiración estaba descubierta, no llega a su destino?, o si transmitido a Allende, éste no se lo comunica al cura de Dolores, Miguel Hidalgo, o si el ex Rector del Colegio de San Nicolás de Obispo acepta la propuesta dominante de que huyan hacía el norte del país en busca de auxilio extranjero.
            Siendo hechos históricos, ya consumados, observamos como los sí, y los no, generaron consecuencias, incluso las de largo plazo, puesto que si las cosas no hubieran acontecido como se dieron, quizá hoy no estaríamos iniciando la semana en donde se alberga el día 16 de septiembre del 2010, fecha exacta del bicentenario del inicio de esta gesta, que se generó tan imprecisa, pero que en cerca de tres meses había clarificado sus propósitos.
            Ese sí, de Hidalgo, de ir a apresar gachupines, es sí de Hidalgo de abolir la esclavitud, ese sí de Hidalgo de desaparecer el régimen de castas, ese sí de Hidalgo de proyectar la devolución de la tierra a sus antiguos dueños, los indígenas, ese sí de Hidalgo de independizar a la colonia llamada Nueva España de la Corona Hispana, generó muchos quiebres.
            Hoy todavía aquel hecho divide las opiniones: “no hay nada que festejar”, dicen algunos; “los festejos serán en grande”, disponen otros. “No es 1810, sino 1821”, observan unos; “1810 es lo correcto”, responden los más. “1810-2010, el sepelio del mito”, publica una revista; “La memoria colectiva mexicana saldrá fortalecida”, cabecea un periódico.
            Y con la anterior confronta teórica, y la inseguridad que vive México, la que enfrenta, incluso, a las opiniones del Presidente Barack Obama y la de su secretaria de Estado Hillary Clinton, sumado a que la mejor mano de obra de nuestro país, junto con no pocos capitales mexicanos, tiende a irse a los Estados Unidos de América, nos mantiene a todos a la espera de instantes supremos, en donde el juego está entre el sí y el no. Y esta afirmativa o negativa debe darla cada mexicano, con la mejor información, y con la mayor responsabilidad.