lunes, 8 de febrero de 2010

PUJANZA DE LA CATÁSTROFE


A Toda Acción…
PUJANZA DE LA CATÁSTROFE
                                                                                 
            Los seres humanos no provenimos de ningún paraíso, ni de él hemos sido arrojados por ningún dios; más bien nos hemos querido evadir del reino de la zoología, sin haberlo logrado plenamente.
            Charles Robert Darwin, (1809-1882) naturalista inglés, con su obra El origen de las especies, enderezo los conocimientos del hombre con la teoría de la evolución, recordando científicamente que formamos parte de la naturaleza, y a ella regresamos.
            Somos, por ende, parte de un todo. Y lo que con nuestro sorprendente desarrollo cerebral, científico y técnico, le hacemos a la naturaleza que nos rodea y nos contiene, nos lo regresa naturalmente.
            Es decir, con nuestra conducta humana aplicada a la naturaleza se cumple, sin más, la Tercera Ley de Isaac Newton, (1643-1727) la que explica un fenómeno físico: “a toda acción corresponde una reacción de igual magnitud y dirección pero en sentido opuesto”.
            Así que si los humanos talamos árboles y destruimos la vegetación, a lo loco e irresponsablemente, a esa acción corresponde que las montañas se desgajen y que inunden a los poblados en lodo, matando decenas o centenas de congéneres. Lo que es lamentable.
            Si experimentamos nuclearmente, en el mar, en la tierra, en el aire, en el subsuelo, la fisión con un átomo de uranio 235, para generar el uranio 236 y su inestabilidad peligrosa, provocaremos terremotos de consecuencias inimaginables.
            Lanzar humos acificados, venenos en la atmósfera que nos hospeda, y en donde respiramos, es agredirnos a nosotros mismos. Esto resulta una especie de estúpido suicidio.
            Descargar nuestras excreciones, personales, industriales, y de toda índole en los arroyos, los ríos, los lagos, los mares, los océanos, es atacar idiota y perversamente a una de las fuentes de la vida, y por lo tanto embestir en nuestra propia contra.
            Lo que le hemos hecho al planeta llenándolo de humanos es canallesco; imagínense si en cada metro de tierra hubiera de 2 a 4 seres humanos, sería espeluznante, pavoroso, aterrador. Una masificación bestial.
            Pues todas esas acciones nos las está respondiendo la naturaleza, a través de fenómenos que Newton explicó en su Ley. Es doloroso, para todos, que sólo en Angangueo, Michoacán, hasta el momento se hayan contabilizado 24 personas muertas por las lluvias de la semana próxima anterior, y que todavía haya decenas de desaparecidos.
            Qué dramático es que recientemente en Haití hayan fallecido a consecuencia de un terremoto cerca de 200 mil semejantes. Trágico es observar las pérdidas en vidas y en bienes en nuestro país por el cambio climático, que se ha convertido en extremoso; con más frío y más calor, combinados en desorden, y haciendo mutar virus y bacterias que atacan al humano de manera más agresiva, con variantes en las enfermedades.
            Ante todo eso, no podemos ni debemos fincar nuestro desarrollo en una permanente y acrecentada conducta de acometida violenta a la naturaleza. Nosotros somos la naturaleza, al menos su parte inteligente, según suposición nuestra. El planeta no sólo es nuestra casa, sino también es el hogar de cientos de miles de especies, que están siendo víctimas de nuestras torpezas.
            Los planes emergentes del gobierno mexicano deben ser eficaces y no sólo de palabra; pero, sobre todo, debemos poner un hasta aquí a una conducta depredadora y criminal que en el fondo a nadie ayuda, aunque superficialmente es atractiva para esos comerciantes o mercaderes que prefieren ganancias de millones de dólares, a costa de producir millones de cadáveres humanos.