LOGOS
Perpetuo problema
MÉXICO ERIZADO DE
PROYECTOS
Cuando nació Miguel
Hidalgo, el 8 de mayo del 1753, aún no existía un país denominado Estados
Unidos Mexicanos; advino, así, a este mundo, a la colonia española a la que
Hernán Cortés llamó la Nueva España.
Desde la conquista
española en 1521, hasta la independencia de esa colonia en 1821, hubo infinidad
de planes, entrechocados, para el desarrollo de sus habitantes.
Ahora, mostraré
cómo, para mal de todos, la vida independiente de nuestro país, en relación a
España, no ha sido tan independiente, y ha estado erizada, salvo excepciones,
de planes que por lo general no encuentran un receptáculo sólido de estructura
de poder, para desplegarse a plenitud; y ellos mismos terminan siendo, en el
mejor de los casos, aspiraciones difusas, ocurrentes e inacabadas, que pronto
serán suprimidas por la siguiente pandilla que ocupe el poder.
Claro que hemos
tenido imperios, dictaduras, autoritarismos; eso sí, impuestos todos. Empero,
esas experimentaciones, breves o prolongadas, no son ni serán jamás
receptáculos sólidos de estructura de poder, ya que les falta el apoyo y
aceptación de un pueblo organizado con educación y cultura.
Desde la lucha por
la independencia de España, que comenzó con el propio conquistador Hernán
Cortés, y después con sus hijos, hasta ese movimiento de la independencia
encabezado por un distinguido educador, maestro y Rector del Colegio de San
Nicolás de Obispo, cada cabeza emancipadora tuvo su propio plan y sus proyectos.
En la Reforma
aconteció lo mismo. Recuérdense los choques entre Comonfort y Juárez. Ocampo,
Santos Degollado, Guillermo Prieto, Ponciano Arriaga, Manuel Doblado, Miguel
Negrete, Sebastián Lerdo de Tejada, Jesús González Ortega, Porfirio Díaz,
Ignacio Ramírez, Miguel Lerdo de Tejada, Ignacio Manuel Altamirano, y el propio
Juárez, los encontronazos entre liberales fueron tremendos, porque cada quien
tenía su plan, sus proyectos.
En la Revolución de
1910 fue lo mismo. En la etapa armada, el millón de muertos lo produjeron las
batallas entre los revolucionarios. Algo tenemos los mexicanos, en nuestras
raíces, tronco, ramas, hojas y frutos, que nos inclina a matarnos entre sí,
porque cada uno tenemos nuestra revolución, nuestras reformas e intolerancias,
y nuestros planes.
Llegamos así, hoy y
en casos concretos, a incendiar nuestros bosques, o a incinerar a nuestros
supuestos enemigos, que es como si nos auto quemáramos.
Doloroso en extremo
es observar esos dramáticos espectáculos. Lo que la naturaleza hizo en años,
nosotros en minutos o en horas los aniquilamos.
El Cerro de la Cruz
en Uruapan, Michoacán, forma parte de un gran ecosistema, y recién lo
destruyeron quienes tienen en su cerebro planes y proyectos para ahí, sembrar
más árboles de aguacates, y hacer más fraccionamientos, sin darse cuenta de su
estupidez y del crimen de lesa humanidad que han cometido.
Así incendiamos a
México, de forma insensata... ¿y el gobierno?