miércoles, 18 de mayo de 2016

LOGOS
Encrucijadas del poder
LA MISERIA DE LA RIQUEZA     
"Todo gobernante es contrarrevolucionario por naturaleza, o resiste u oprime, o se corrompe o reprime. El gobierno no sabe, no puede y no querrá jamás otra cosa. Poned a San Vicente de Paúl en el poder, y verás..." Así razonaba el abogado francés y anarquista Pedro José Proudhon. (1809-1865)
Si viviera Proudhon, radicara en América y le siguiera interesando el tema del poder, acaso ya no pensaría igual frente a esta realidad distinta a la que le tocó vivir.
Imaginemos cómo analizaría a los presidentes, en cuanto al ejercicio de su poder: estadunidense Barack Obama, mexicano Enrique Peña Nieto, nicaragüense Daniel Ortega Saavedra, venezolano Nicolás Maduro Moros, ecuatoriano Rafael Correa Delgado, brasileña suspendida Dilma Vana da Silva Rousseff, chilena Verónica Michelle Bachelet Jeria; y, a dos más, que recién dejaron la presidencia de sus respectivos países: la indiciada argentina Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, y al uruguayo José Alberto Mujica Cordano, en su tiempo calificado como "el presidente más pobre del mundo".
¿A todos ellos los calificaría de contrarrevolucionarios?, sin más. ¿Quiénes de ellos se resistieron u oprimieron?, ¿quiénes se corrompieron o reprimieron?, ¿quiénes hicieron de todo, al mismo tiempo, o en diferentes momentos?, ¿quiénes lograron, en algún momento, ejercer un poder absoluto?
Y eso me recuerda al noble inglés, escritor "católico liberal", como gustaba de calificarse, John Edward Emerich Dalberg Acton, (1834-1902) quien acuñó una frase muy repetida desde entonces: "Todo poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente."
Si también fuera posible que estuviera entre nosotros, ¿Lord Acton reafirmaría su expresión conceptual, en el 2016, estudiando la conducta gubernativa de los políticos citados, sobre todo el de uno, excepcional por su honradez: el uruguayo José Mujica?
Calificar a un gobierno de que "no sabe, no puede y no querrá jamás otra cosa", como lo hace Proudhon, no deja de ser una ficción, como ficción es toda persona moral para ese efecto.
Los que no saben, no pueden, no quieren, son las personas físicas, las autoridades máximas, los jefes de Estado, los jefes de gobierno, y a ellos sí podría Lord Acton o Proudhon, o nosotros mismos los que vivimos ahora y aquí, jerarquizarlos para discernir quién de ellos está más preparado para ejercer el poder a favor de su pueblo, quién es más honorable en el ejercicio de ese poder, dándoles, incluso, derecho de audiencia para que nos dieran su opinión al respecto o, al menos, sus juicios sobre el porqué de sus actuaciones en el poder.
Que explicaran, con sincera honestidad y públicamente, la mecánica de sus decisiones en el ejercicio del poder que se les confirió.
        Para qué esperar que les acontezca lo que pasa en Brasil, o  Argentina, y que los demuelan las encrucijadas del poder, con lo que representan las miserias de la riqueza.