LOGOS
Encrucijadas del
poder
LA MISERIA DE LA
RIQUEZA
"Todo
gobernante es contrarrevolucionario por naturaleza, o resiste u oprime, o se
corrompe o reprime. El gobierno no sabe, no puede y no querrá jamás otra cosa.
Poned a San Vicente de Paúl en el poder, y verás..." Así razonaba el
abogado francés y anarquista Pedro José Proudhon. (1809-1865)
Si viviera Proudhon,
radicara en América y le siguiera interesando el tema del poder, acaso ya no
pensaría igual frente a esta realidad distinta a la que le tocó vivir.
Imaginemos cómo
analizaría a los presidentes, en cuanto al ejercicio de su poder: estadunidense
Barack Obama, mexicano Enrique Peña Nieto, nicaragüense Daniel Ortega Saavedra,
venezolano Nicolás Maduro Moros, ecuatoriano Rafael Correa Delgado, brasileña
suspendida Dilma Vana da Silva Rousseff, chilena Verónica Michelle Bachelet
Jeria; y, a dos más, que recién dejaron la presidencia de sus respectivos
países: la indiciada argentina Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, y al
uruguayo José Alberto Mujica Cordano, en su tiempo calificado como "el
presidente más pobre del mundo".
¿A todos ellos los
calificaría de contrarrevolucionarios?, sin más. ¿Quiénes de ellos se
resistieron u oprimieron?, ¿quiénes se corrompieron o reprimieron?, ¿quiénes
hicieron de todo, al mismo tiempo, o en diferentes momentos?, ¿quiénes
lograron, en algún momento, ejercer un poder absoluto?
Y eso me recuerda al
noble inglés, escritor "católico liberal", como gustaba de
calificarse, John Edward Emerich Dalberg Acton, (1834-1902) quien acuñó una
frase muy repetida desde entonces: "Todo poder corrompe, y el poder
absoluto corrompe absolutamente."
Si también fuera
posible que estuviera entre nosotros, ¿Lord Acton reafirmaría su expresión
conceptual, en el 2016, estudiando la conducta gubernativa de los políticos
citados, sobre todo el de uno, excepcional por su honradez: el uruguayo José
Mujica?
Calificar a un
gobierno de que "no sabe, no puede y no querrá jamás otra cosa", como
lo hace Proudhon, no deja de ser una ficción, como ficción es toda persona
moral para ese efecto.
Los que no saben, no
pueden, no quieren, son las personas físicas, las autoridades máximas, los
jefes de Estado, los jefes de gobierno, y a ellos sí podría Lord Acton o
Proudhon, o nosotros mismos los que vivimos ahora y aquí, jerarquizarlos para
discernir quién de ellos está más preparado para ejercer el poder a favor de su
pueblo, quién es más honorable en el ejercicio de ese poder, dándoles, incluso,
derecho de audiencia para que nos dieran su opinión al respecto o, al menos,
sus juicios sobre el porqué de sus actuaciones en el poder.
Que explicaran, con
sincera honestidad y públicamente, la mecánica de sus decisiones en el
ejercicio del poder que se les confirió.
Para qué esperar que les acontezca lo
que pasa en Brasil, o Argentina, y que
los demuelan las encrucijadas del poder, con lo que representan las miserias de
la riqueza.