domingo, 15 de mayo de 2016

LOGOS
Día del Maestro
EL CASTIGO PARA SÍSIFO
Los verdaderos maestros merecen en su día reconocimiento y respeto; pero, a algunos de ellos el gobierno los ha echado a perder al hacerlos líderes, desnaturalizando a los sindicatos, y afectando a la educación.
Los maestros son (aparte de aquéllos que tienen una relación laboral para asistir, en las escuelas, a los grupos de alumnos) todas las personas que con sus actos buenos informan y forman a quienes se cruzan en su camino.
Empero, cuando Venustiano Carranza Garza dejó de ser el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, y tomó posesión como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos el primero de mayo de 1917 decretó, bajo la inicial vigencia del original artículo tercero de nuestra Carta Magna, el Día del Maestro, disponiendo que cada 15 de Mayo, a partir del 1918, se rindiera homenaje a los apóstoles de la educación, en recuerdo de la toma de Querétaro y aprehensión del Emperador Maximiliano por parte del Ejército juarista.
Esas motivaciones históricas se pierden, hoy, entre las enredadas y anárquicas acciones de un sindicalismo corrupto y ambicioso, y las desatinadas reformas laborales que, bajo disfraces educativos, el gobierno impone con la fuerza policiaca.
La educación mexicana y todos los mexicanos somos víctimas de esa peligrosa realidad, sobre la que, en esa fecha, se llevarán a cabo ceremonias y desayunos, imponiendo preseas y otorgando premios con rituales tan rancios como vacíos.
Todo en México está para explotar, y sin embargo no explota. Razones externas y cuidados internos contribuyen a posponer el estallamiento.
En el sector educativo acabamos de observar ese fenómeno chocante y peligroso.
Un prolongado paro de alumnos del Politécnico que parecía derivarse a lo electoral, situación que con independencia del partido político que favoreciera, estaría faltándole al respeto a México, y a la honorable institución que les permite a los alumnos politécnicos superarse educativamente, a fin de que obtengan la movilidad social y económica que su esfuerzo merezca.
Al parecer ese embrollo politécnico va en vías de solución. Ojalá y así sea, ya que tuvo, al menos en la superficie publicitaria, orígenes absurdos y reiterativos, pues insistimos en caer en el mismo pozo, y tropezar con la misma piedra.
Como si por nuestras torpezas constantes se nos hubiese impuesto el mismo castigo que al Rey de Corinto, el legendario Sísifo, a quien confinaron al infierno, a efecto de que empujara una roca hasta la cima de una montaña.
Y cada vez que estaba a punto de lograrlo, la piedra caía estrepitosamente hasta el fondo del desfiladero, para que Sísifo retornara a la cruel tarea reiterativa e inútil. ¡Vaya castigo!
En la educación, escolarizada o no, el Sísifo mexicano en turno parece ir subiendo, escalando, logrando altura; y, pronto al logro programado, se viene todo abajo, como una jugarreta del destino que nos tiene sentenciado a volver al inicio.