lunes, 12 de mayo de 2014

Arrebatamos recursos a la naturaleza
LUEGO, ELLA NOS ARREBATA LA VIDA                                       
        Suele acontecer que los problemas más importantes son los de menor interés periodístico. Las ocho columnas no corresponden a la responsabilidad de los seres humanos respecto al planeta, sino más bien son usadas para asuntos sentimentales "como el nuevo amor del doctor Manuel Mireles, fundador del Consejo General de Autodefensa y Comunitarios de Michoacán, con una jovencita de 18 años".
        Obvio que ese asunto forma parte de su vida privada, y merece todo nuestro respeto; sin embargo, algunos medios masivos de comunicación lo han hecho público como noticia de especial importancia, olvidándose de los graves problemas que nos aquejan.
        ¿Qué está pasando con tantos temblores que sacuden al planeta Tierra por doquier?
        Desde luego que siempre ha habido sismos de muy diversas intensidades; empero, ahora, son más frecuentes y de mayores sacudidas. Y es que a nombre del desarrollo, del avance científico y tecnológico, estamos dejando oquedades enormes en las entrañas del planeta.
        De sus fondos le hemos venido extrayendo en asombrosas cantidades petróleo, gases, minerales, agua, y materiales diversos. Y en su lugar ha quedado el vacío. Esto acelera los reacomodos de las placas tectónicas, con meneos cada día más violentos.
        Pero esas convulsiones del interior de la Tierra vienen acompañadas de peligrosos tornados, huracanes, tsunamis, desgajamientos de montañas, granizos de tamaño descomunal, extremosos fríos y excesivos calores, lluvias desordenadas y torrenciales, entre otros desórdenes climáticos nunca antes padecidos, al menos por las generaciones que han dejado registros históricos.
        Y todo lo anterior está también provocado por la mano poco inteligente del ser humano. Son motivo de esos desastres la gran cantidad de fábricas productoras de gases y desechos, los millones de autos, camiones, trenes, aviones, barcos, en que nos movemos a diversos lugares, y los que al final nos moverán a la catástrofe.
        Pero el Hombre como depredador eficaz está contribuyendo al calentamiento global, ocasionando que se pierdan los polos de la Tierra, que queden hundidos continentes e islas; y a través de sus actividades agrícolas, en forma espantosa, está destruyendo a la vida, en lugar de alimentarla con inteligencia.
        Las selvas y los bosques se han visto mermados, devastados en porcentajes elevados, para ocuparlos como tierras de cultivo. Para plantar aguacates, sembrar granos, o establecer simplemente desarrollos urbanos sin sentido humano, sino únicamente con el ánimo de multiplicar fortunas comprando hectáreas a peso, para vender a 7 mil pesos el metro.
        Las tierras ganaderas provocan metano en cantidades peligrosas. El óxido nitroso proviene de las tierras fertilizadas. El dióxido de carbono lo acarrea la silvicultura, la ganadería y las siembras.
        La masividad humana con su industria, urbanismo, y agricultura, ha alterado la vida del ecosistema planetario.
        Es tiempo de reflexionar, por parte de los más de 7 mil millones de personas que vivimos en el planeta, sobre cómo cambiar el modelo de desarrollo. En el entendido de que se debe, ¡y se puede!