Nacieron Ayer; los Padecemos Hoy
LOS HIJOS DE LA ILEGALIDAD
Con
todo y sus graves errores, el británico clérigo anglicano Thomas Robert Malthus
(1766-1834) formuló una eficaz llamada de atención sobre los efectos del
aumento poblacional, pues con ello "se genera... el atascamiento general,
la bancarrota del Estado, la muerte masiva por hambre, y la pauperización
gradual".
Ese
catastrofismo malthusiano, anunciado en su obra Ensayo sobre el principio de la
población, ha tenido más enemigos furibundos que apasionados seguidores; sin
embargo, provocó un temeroso asombro generalizado en su tiempo.
A
poco más de 130 años, el madrileño José Ortega y Gasset (1883-1955) editó su
libro La rebelión de las masas, en
donde analizó a éstas como el "lleno", la "aglomeración de
gente" con actitudes radicales y primitivas, la "muchedumbre"
que busca el facilismo, casi siempre con tendencias trágicas, la "masa
humana" sin sustento personal cual ninguno, con bajísimos valores
intelectuales y éticos, con opiniones vulgares y queriendo intervenir en todo,
con acciones directas e inmediatas y sin ninguna responsabilidad, al carecer de
proyecto, portadora de una ingratitud hacia todo, y con una voracidad egoísta.
Ahora,
Beatriz Pagés nos obsequia, en la revista Siempre!,
con un editorial titulado La dictadura
de las Hordas, denunciando "a quienes han hecho de las marchas una
industria", un negocio político lucrativo "para los líderes que
llevan a las multitudes a secuestrar las calles", creando "una
tragedia casi existencial para la mayoría de la población." Y nos urge a
"replantear el concepto de libertades públicas", ya que "la
democratización de la Ciudad de México no radica en acrecentar el caos y la
arbitrariedad imperantes, sino en darle un ordenamiento que permita enriquecer
la calidad de vida y la convivencia."
Pero
ese aumento poblacional de progresión geométrica, esas masas, esas hordas, son
efectos de ciertas causas, y para reducir o acabar con esas consecuencias es
necesario disminuir o terminar con los motivos.
Lo
masivo de nuestro crecimiento poblacional ha hecho que todos nuestros problemas
se acrecienten geométricamente, y hay que resolver tanto el problema en sí,
como a la masividad que lo agrava.
Eso
significa que nos equivocaríamos si a la violencia masiva la atacamos con
empleo masivo, cultura masiva, deporte masivo, educación masiva, coercitividad
masiva, ya que perduraría una de las raíces de la cuestión, y sólo lograríamos
retrasar sus efectos nocivos.
Construir
muchos caminos, infinidad de escuelas, más sistemas de comunicación masiva,
mayor cantidad de centros culturales, multitud de empleos, auxilia a paliar el
grave problema de la violencia, el de la delincuencia organizada, el del
secuestro, la extorción, y el narcotráfico, pero para que estos logros sean
eficaces no sólo se requiere de la cantidad, sino de la calidad indispensable.
Obvio,
también se requiere de una seguridad, con procuración y administración de la
justicia, pronta, completa, imparcial, y con estricto apego a derecho, en
contra de los vividores de esas hordas, y de esas masas.