jueves, 10 de abril de 2014

Nacieron Ayer; los Padecemos Hoy
LOS HIJOS DE LA ILEGALIDAD                  
        Con todo y sus graves errores, el británico clérigo anglicano Thomas Robert Malthus (1766-1834) formuló una eficaz llamada de atención sobre los efectos del aumento poblacional, pues con ello "se genera... el atascamiento general, la bancarrota del Estado, la muerte masiva por hambre, y la pauperización gradual".
        Ese catastrofismo malthusiano, anunciado en su obra Ensayo sobre el principio de la población, ha tenido más enemigos furibundos que apasionados seguidores; sin embargo, provocó un temeroso asombro generalizado en su tiempo.
        A poco más de 130 años, el madrileño José Ortega y Gasset (1883-1955) editó su libro La rebelión de las masas, en donde analizó a éstas como el "lleno", la "aglomeración de gente" con actitudes radicales y primitivas, la "muchedumbre" que busca el facilismo, casi siempre con tendencias trágicas, la "masa humana" sin sustento personal cual ninguno, con bajísimos valores intelectuales y éticos, con opiniones vulgares y queriendo intervenir en todo, con acciones directas e inmediatas y sin ninguna responsabilidad, al carecer de proyecto, portadora de una ingratitud hacia todo, y con una voracidad egoísta.
        Ahora, Beatriz Pagés nos obsequia, en la revista Siempre!, con un editorial titulado La dictadura de las Hordas, denunciando "a quienes han hecho de las marchas una industria", un negocio político lucrativo "para los líderes que llevan a las multitudes a secuestrar las calles", creando "una tragedia casi existencial para la mayoría de la población." Y nos urge a "replantear el concepto de libertades públicas", ya que "la democratización de la Ciudad de México no radica en acrecentar el caos y la arbitrariedad imperantes, sino en darle un ordenamiento que permita enriquecer la calidad de vida y la convivencia."
        Pero ese aumento poblacional de progresión geométrica, esas masas, esas hordas, son efectos de ciertas causas, y para reducir o acabar con esas consecuencias es necesario disminuir o terminar con los motivos.
        Lo masivo de nuestro crecimiento poblacional ha hecho que todos nuestros problemas se acrecienten geométricamente, y hay que resolver tanto el problema en sí, como a la masividad que lo agrava.
        Eso significa que nos equivocaríamos si a la violencia masiva la atacamos con empleo masivo, cultura masiva, deporte masivo, educación masiva, coercitividad masiva, ya que perduraría una de las raíces de la cuestión, y sólo lograríamos retrasar sus efectos nocivos.
        Construir muchos caminos, infinidad de escuelas, más sistemas de comunicación masiva, mayor cantidad de centros culturales, multitud de empleos, auxilia a paliar el grave problema de la violencia, el de la delincuencia organizada, el del secuestro, la extorción, y el narcotráfico, pero para que estos logros sean eficaces no sólo se requiere de la cantidad, sino de la calidad indispensable.
        Obvio, también se requiere de una seguridad, con procuración y administración de la justicia, pronta, completa, imparcial, y con estricto apego a derecho, en contra de los vividores de esas hordas, y de esas masas.