lunes, 7 de abril de 2014

Constitución de Cádiz
UNA RAÍZ A DISTANCIA
        La producción artística de Francisco Goya (1746-1828) es, sin titubeos, la mejor historia plástica de la España y los españoles, en los tiempos de Carlos IV, Fernando VII, y los invasores franceses representados por Napoleón Bonaparte y su hermano José I; éste, convertido en Rey de España por la fuerza de las armas invasoras.
        Mientras Goya pinta por encargo, en sus inicios estéticos, sus cuadros son alegres, luminosos, y de sus pinceles se desprende la alegría de la luz y el color en las majas, los aristócratas, los espectáculos, y en los paisajes.
        Después, cuando decide pintar en pleno ejercicio de su libertad, sus obras reflejan enfermedad, guerra, violencia, antropofagia, fusilamientos, incendios, naufragios, asaltos, ahorcados, vejez y muerte. Aquí no inventa, sólo descubre e interpreta, con talento, su realidad.
        En el inicio de esa última etapa, Goya tiene dos obras maravillosas: Corral de locos; e, Incendio, un fuego en la noche. Las dos son óleo sobre cinc. La primera se encuentra en Meadows Museum, en Dallas, Texas. Mientras que la segunda se ubica en el acervo del Banco de Inversión-Agepasa, en Madrid.
        Mi observación es que el corral de los locos puede representar claramente a la aristocracia española de ese tiempo goyesco; en tanto que el incendio, un fuego en la noche, refleja los efectos sobre el pueblo de aquel confuso enredo tan lleno de sangre como de fuego.
        En la primera de las pinturas destacan las gruesas paredes de un castillo que sirven de albergue a más de una decena de aristócratas en posiciones de todo tipo; sin embargo, desnudos y semidesnudos se aprecian por la falta de techo en la fortaleza palaciega, y todos acorralados en su propia locura tienen movimientos y gestos poco edificantes. Esta guarida de desequilibrados trasciende a sus propios ciclos.
        En la segunda pintura, mencionada, un arremolinado pueblo con humano dolor cuida de sus heridos y muertos; con todo decoro se conduelen y se abrazan en el centro de un enmarque nocturno que está siendo perforado por un incendio que no los quema, sino que los ilumina, dando un toque de belleza y eternidad.
        Evoco estas pinturas porque estamos por llevar a la imprenta el libro sobre la Constitución de Cádiz, y en él precisaremos los claroscuros de aquellas generaciones, de esas épocas y de esa constitución, y sus efectos en la colonia de la Nueva España y en el inicio de la vida independiente de México.
        El grito español de "¡Viva la Constitución de Cádiz!" o, "¡Viva la pepa!", no se configuró como eco en América; incluso, aunque se entienden las ventajas de esa norma fundamental, éstas fueron valoradas de manera retroactiva y a distancia en México.
        Con motivo de su bicentenario, ya ido desde hace dos años, hemos encontrado el pertinente lapso para realizar una nueva y mejor estimación histórico jurídica de tal constitución, y el resultado estará pronto, y bien, estampado en un libro.