Inocentes en las
cárceles
CULPABLES EN LAS
CALLES
Nuestro país es una de las naciones
enlistadas entre las que su justicia es poco confiable. Esto lo lamentamos los
mexicanos, porque lo padecemos.
Internacionalmente se dice de nosotros
que nuestra seguridad pública deja mucho que desear; nuestra procuración de
justicia es peligrosa; y, la administración de la justicia mexicana cada día
acierta menos.
Se nos sitúa entre los estados en donde
los inocentes se declaran culpables, en virtud de la tortura que pervive como
instrumento de investigación penal, a pesar de que nuestra Carta Magna la
prohíbe desde el primero de mayo del 1917, y de que los Sentimientos de la
Nación presentados por José María Morelos ante el Congreso de Anáhuac el 14 de
septiembre del 1813 la descalificaban totalmente.
Sin embargo, dentro de las naciones en
donde se da ese fenómeno de insuficiencia penal se encuentran pueblos de alto
desarrollo tecnológico, como Estados Unidos de América y Japón.
Nuestros vecinos del norte han llevado
con mucha constancia a la silla eléctrica, o a las cámaras letales, a supuestos
sujetos activos del delito, confesos, que han resultado a la postre inocentes.
Tales son los errores. ¡Dramáticos estos casos de injusticia!
En el Japón se están estudiando estos
continuos equívocos. Un caso reciente fue el de una amenaza publicada en el
sitio web de la ciudad de Yokohama: "Voy a atacar una escuela primaria y
voy a matar a todos los niños de ella antes del próximo verano". Los
nietos del Emperador estudian en esta escuela.
La investigación policial condujo a la
detención de 4 personas que entre ellas no tenían ninguna relación. Tres,
incluyendo a un estudiante de 19 años, confesaron ser los responsables de la
amenaza.
El problema de aplicar el derecho al
caso concreto con interés controvertido fue complicado, pero un organismo
jurisdiccional de tipo colegiado sentenció a Shoji Oi a ocho años de prisión; y
5 días después de dictado el resolutivo, quien había sido el autor de la
amenaza fue detenido enviando otro correo semejante.
Y ante esos cada vez más constantes
casos la justicia japonesa ha dedicado estudio, esfuerzo calificado y recursos
económicos, en investigar el porqué la gente inocente a veces se declara
culpable, sobre todo cuando no hay la clásica tortura de por medio.
Y lo curioso es que la simple detención
intimida a la gente; más cuando la policía, los fiscales, y los jueces, son de
cara dura y trato inhumano. Y al final de todo un procedimiento todavía hay
jueces que consideran y valoran a la confesión como la reina de las pruebas en
materia penal.
En estos análisis japoneses es muy común
la explicación de los inocentes que se declaran culpables: "Tenía miedo;
estaba confundido y estresado; el cansancio me dominó; me rendí y confesé; ya
no veía otra salida más que confesar".
Aquí, en México, no hacemos estudios al
respecto de este fenómeno, y tenemos las cárceles llenas de inocentes, y las
calles pletóricas de culpables.