miércoles, 19 de febrero de 2014

Inocentes en las cárceles
CULPABLES EN LAS CALLES
        Nuestro país es una de las naciones enlistadas entre las que su justicia es poco confiable. Esto lo lamentamos los mexicanos, porque lo padecemos.
        Internacionalmente se dice de nosotros que nuestra seguridad pública deja mucho que desear; nuestra procuración de justicia es peligrosa; y, la administración de la justicia mexicana cada día acierta menos.
        Se nos sitúa entre los estados en donde los inocentes se declaran culpables, en virtud de la tortura que pervive como instrumento de investigación penal, a pesar de que nuestra Carta Magna la prohíbe desde el primero de mayo del 1917, y de que los Sentimientos de la Nación presentados por José María Morelos ante el Congreso de Anáhuac el 14 de septiembre del 1813 la descalificaban totalmente.
        Sin embargo, dentro de las naciones en donde se da ese fenómeno de insuficiencia penal se encuentran pueblos de alto desarrollo tecnológico, como Estados Unidos de América y Japón.
        Nuestros vecinos del norte han llevado con mucha constancia a la silla eléctrica, o a las cámaras letales, a supuestos sujetos activos del delito, confesos, que han resultado a la postre inocentes. Tales son los errores. ¡Dramáticos estos casos de injusticia!
        En el Japón se están estudiando estos continuos equívocos. Un caso reciente fue el de una amenaza publicada en el sitio web de la ciudad de Yokohama: "Voy a atacar una escuela primaria y voy a matar a todos los niños de ella antes del próximo verano". Los nietos del Emperador estudian en esta escuela.
        La investigación policial condujo a la detención de 4 personas que entre ellas no tenían ninguna relación. Tres, incluyendo a un estudiante de 19 años, confesaron ser los responsables de la amenaza.
        El problema de aplicar el derecho al caso concreto con interés controvertido fue complicado, pero un organismo jurisdiccional de tipo colegiado sentenció a Shoji Oi a ocho años de prisión; y 5 días después de dictado el resolutivo, quien había sido el autor de la amenaza fue detenido enviando otro correo semejante.
        Y ante esos cada vez más constantes casos la justicia japonesa ha dedicado estudio, esfuerzo calificado y recursos económicos, en investigar el porqué la gente inocente a veces se declara culpable, sobre todo cuando no hay la clásica tortura de por medio.
        Y lo curioso es que la simple detención intimida a la gente; más cuando la policía, los fiscales, y los jueces, son de cara dura y trato inhumano. Y al final de todo un procedimiento todavía hay jueces que consideran y valoran a la confesión como la reina de las pruebas en materia penal.
        En estos análisis japoneses es muy común la explicación de los inocentes que se declaran culpables: "Tenía miedo; estaba confundido y estresado; el cansancio me dominó; me rendí y confesé; ya no veía otra salida más que confesar".
        Aquí, en México, no hacemos estudios al respecto de este fenómeno, y tenemos las cárceles llenas de inocentes, y las calles pletóricas de culpables.