Consideran muchos mexicanos que algunas
de las reformas impulsadas por el Pacto por México, y suscritas por el Presidente
Enrique Peña Nieto, deben pasar, antes que por el proceso legislativo, a través
de una consulta popular de carácter nacional.
Formulan la propuesta, entre otros, la CNTE
respecto a reformas educativas, y el aspirante a partido político MORENA en
relación a reformas energéticas; a ambos, la Presidencia de la República les ha
rechazado su proposición plebiscitaria.
Jurídicamente, en nuestro sistema, tanto
la solicitud como el rechazo tienen fundamento. Basta una simple lectura a los
artículos 39, 40 y 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos para llegar a esta conclusión.
Si la soberanía nacional reside esencial
y originalmente en el pueblo, y todo poder público dimana de él y se instituye
para beneficio de éste; estableciendo, además, que el pueblo tiene siempre el
inalienable derecho a modificar o alterar la forma de su gobierno, es obvio que
en asuntos trascendentes el gobierno puede consultarlo antes de dar un paso que
provoque convulsiones populares.
Sin embargo, también es cierto que la
voluntad del pueblo ha sido la de convertirse en una república representativa;
es decir, la de ejercer la soberanía nacional no en forma directa, sino a
través de los tres poderes federales y los tres poderes de cada uno de los
estados de la federación, por lo que no es indispensable, estrictamente, dicha consulta
popular.
Empero, la actual confronta va más allá
de lo establecido preceptivamente, ya que conlleva la salvaje lucha por el
poder y, algo más, implica el franco trastoque de todo un sistema, con cargas
violentas de disfraces múltiples.
La consulta popular propuesta no porta
la intención de fortalecer al gobierno federal constituido, sino de despeñarlo,
no quiere auxiliar al gobierno priísta ni a ningún otro partido que no sea el
encabezado por Andrés Manuel López Obrador, quien abandera, sí, un deseo
generalizado: no entregar nuestra riqueza energética a los particulares, sean
extranjeros o nacionales.
Desde luego que de palabra todos quieren
preservar para la Nación y el pueblo de México nuestro petróleo y nuestro
potencial eléctrico, pero entonces, ¿para qué modificar los artículos 27 y 28
de nuestra Carta Magna?, ¿para qué hacer cosas malas aparentándolas como
buenas?
Como en la época de Erasmo de Rotterdam
(1467-1536) está a la vista lo malo de los poderosos, y lo protervo de sus
opositores, por ello el pensamiento inteligente de este renacentista asombra en
el Elogio de la locura, donde hace
explotar su indignación acumulada en contra de todos los actores confrontados,
poderosos o no.
Y ante tanta locura, de los que manejan la
ley con autoridad personalizada de disfraz de pueblo pero defendiendo a los
grandes capitales, y los que manipulan la justicia de las muchedumbres con
demagogia y actitudes delincuenciales, Erasmo volvería a plantear "la
responsabilidad y la sabiduría oportunas".
Escribir es actuar, no cabe duda.