El Libro Rojo es un encanto. Por los
libros siempre he sentido un gran respeto. No sólo "son los decires escritos"
de los que Aristóteles nos dejó registro, sino una huella de todos nuestros
pasos como especie.
Si hubiese dinero reeditaría ese libro.
El ejemplar que tengo a la vista tiene 44 centímetros de longitud por 32
centímetros de ancho y 3 tres centímetros de grosor. No únicamente es un libro
de gran formato; es un texto de hermosos y patrióticos conceptos e
ilustraciones.
Los autores son dos destacados
intelectuales del siglo XIX: Vicente Riva Palacio, (1832-1896) y Manuel Payno
(1810-1894) Los ensayos temáticos que ahí publicaron corresponden a hechos
históricos o a biografías de nuestros grandes muertos. No los estructuraron al
alimón. Cada uno de ellos se responsabilizó y firmó los propios. Incluyeron,
sí, algunos trabajos de Juan A. Mateos, y uno de Rafael Martínez de la Torre.
Empero, sobre el hecho histórico que
escribiré, el de los llamados "Mártires de Uruapan", Vicente Riva
Palacio tiene en El Libro Rojo un testimonio propio, al que titula ARTEAGA Y
SALAZAR. Este registro tan personal es de obligada lectura para quien desee
conocer sobre el caso. Yo sintetizaré lo importante de la narración de ese
talentoso ex gobernador de Michoacán, quien participara, también, en el canje
de prisioneros en Acuitzio, antes poblado, y hoy una ciudad.
Expresa Riva Palacio: "Quisiera no
tener la necesidad de escribir este artículo; los recuerdos que para hacerlo
tengo que evocar, punzan mi corazón, pues que a pesar de los años que han
transcurrido desde la época en que acaeció el sangriento drama que voy a referir,
hasta hoy siento aún aquella penosa angustia que era consiguiente al negro y
tempestuoso porvenir que nos presentaba la lucha de independencia, y el
doloroso vacío que dejaron en mi alma las terribles ejecuciones de Arteaga y
Salazar, Villagómez y Díaz."
El hecho de manera breve es que todos
aquellos soldados militaban a las órdenes de Vicente Riva Palacio,
llamándoseles Ejército del Centro, su base de operaciones era Uruapan, y la
legión belga y las fuerzas imperiales que comandaba Méndez se dirigieron a atacar
aquella tropa republicana que había sido derrotada hacía poco tiempo en
Tacámbaro y que tenía pocos recursos para hacerles frente a los imperialistas.
Así que decidieron emprender la
retirada, pero no en un solo cuerpo, sino en tres secciones: Arteaga y Salazar
hacía el sur; Ignacio Zepeda hacía Jalisco; y Riva Palacio hacia Morelia para
confundirlos.
Los tres grupos a los pocos días
parecían a salvo, pero alguien traicionó a Arteaga y a Salazar, quienes ya sea
habían ubicado en Santa Ana Amatlán, y ahí los capturaron las tropas
imperialistas, llevándoles a Uruapan en condiciones humillantes, para asesinar
sin ningún proceso de guerra a Arteaga, Salazar, Villagómez, Díaz, y a
González, bajo la irritación popular e indefensa del pueblo de Uruapan.