lunes, 5 de agosto de 2013

La mejor de las reformas CONDUCIRNOS CON LA VERDAD

        A inicios del siglo XXI, pero con raíces en sexenios inmediatos anteriores, se empezó a sentir la inquietud por hacerle reformas a nuestro sistema, tanto electorales como al Estado, educativas, políticas, energéticas, económicas, hacendarias, laborales, a las comunicaciones y al transporte, a la información, a la banca, a la constitución, al derechos penal, a la organización mercantil, y a un sin número de sectores que si los citamos produciríamos una larga e innecesaria lista para el menester de este artículo.
        En los pasos reformistas, de este tiempo, las iniciativas han tenido origen en el extranjero, motivadas por los tratados de libre comercio y la globalización, al igual que en necesidades internas.
        Los problemas para vencer los óxidos de la inercia nos condujeron a la adopción del gatopardismo, término acuñado en la política y la literatura italiana, explicado novelísticamente por Giuseppe Tomasi Lampedusa (1896-1957) y sintetizado por el propio personaje Tancredi Falconeri a su tío Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie".
        Nuestras falsedades huehuenches, sumadas a todas las actitudes mentirosas de los mestizajes que llevamos dentro, dan una reactivación a ese gatopardismo.
        Pero ahora que el Presidente Enrique Peña Nieto ha hecho suyas las posturas reformistas, los mexicanos hemos sentido cierta oxigenación.
        Sin embargo, no basta con la simple postura reformadora, ya que esas iniciativas pueden derivar en composturas, es cierto, pero también en graves descomposturas. Dependiendo de si dichas iniciativas tienen fuente real, histórica y formal, si sus razonamientos tienen solidez y pertinencia, si resuelve o no problemas concretos y sentidos por la población, entre otras cosas.
        Hoy está, en la plática de todos, la reforma energética, pues inició su procedimiento hace días, con retórica y documentos de partidos políticos en torno al tema, con las iniciativas sobre reforma energética de los responsables de ese proceso legislativo, pero todo esto ha creado mayor confusión en los mexicanos.
        Acusan los radicales de la izquierda que con las iniciativas presentadas por los integrados del Pacto por México, cada uno por separado, se quiere privatizar a PEMEX, entregándolo a los extranjeros, y especialmente al imperialismo gringo.
        De ser cierto eso, la mayoría de los mexicanos estamos con esa izquierda.
        Denuncian los fundamentalistas de la derecha que con las iniciativas de PRI y del PRD se condena a nuestro país a la miseria, a vender petróleo barato, y a comprar derivados caros. Teniendo a PEMEX como botín fiscal, objeto de corrupción sindical, y para el enriquecimiento de altos funcionarios públicos.
        Mientras, el Presidente Peña Nieto afirma que PEMEX no se privatiza, que el petróleo seguirá siendo de la Nación, y que esta industria requiere, para modernizarse, de la inversión privada.
        La mayoría de los mexicanos no le cree a nadie. Mejor sería, en lugar de plantear la reforma energética, aprobar una reforma para que todos en México nos conduzcamos con la verdad, empezando por los poderosos.