lunes, 26 de agosto de 2013

Hora de la verdad EL LABERINTO DE LO INESCRUPULOSO

        Cuando se pierde el sentido de la legalidad, queda a veces, al menos, una actitud escrupulosa, una pisca de conciencia ética; sin embargo, en estos tiempos parece que también la moral está ausente.
        Tiempos ha habido en donde la ilegalidad y la inmoralidad se han cubierto con una fachadas.
        Otras épocas vivimos hoy. De ellas somos espectadores, víctimas y cómplices. Una avanzada degradación social va arrastrando lo que encuentra a su paso.
        Ejemplos sobran. Señalaré uno.
        Cada día se desgasta más el poder público en México, y es por no saber ejercer legal y eficazmente la coercitividad. Teme el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto ser juzgado como represor. La sombra del 1968, con estudiantes, se proyecta en las acciones de los maestros en este 2013.
        En Tlatelolco hubo represión, pero el gobierno pudo y, en el caso, se observó que el poder desgasta.
        Ahora la tolerancia gubernativa está al máximo, y la gente ve que el gobierno no puede y, por ende, razona que el poder desgasta, pero que el no poder desgasta más.
        Ha llegado el poder público a una encrucijada sin salida. Malo, si hace, peor si deja de hacer; y en ambos opciones las consecuencias son desastrosas.
        Llegó el tiempo de reflexionar públicamente, y en voz alta, qué diferencia existe entre la represión y la coercitividad, para poner en claro dentro de la conciencia popular estos dos conceptos, y actuar en consecuencia.
        Toda norma jurídica tiene dos partes: las hipótesis de derecho; y, las consecuencias legales.
        La literalidad del artículo 9o de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ordena: "No se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito".
        Significa que quien se asocia o se reúne violentamente no tiene derecho ni a asociarse ni a reunirse, y el poder público puede y debe aplicar la coercitividad en contra de quienes tal hagan.
        Igual cuando el objeto de asociarse o reunirse no sea lícito, la fuerza física a cargo del gobierno puede emplearse en contra de los infractores.
        Podemos reunirnos o asociarnos para hacer peticiones, o para protestar, lo que no podemos hacer es "proferir injurias contra" autoridades, ni hacer "uso de la violencia o amenazas para intimidar" a las autoridades ni para "obligarlas a resolver en el sentido que se desee".
        Si los asociados o reunidos profieren injurias en contra de las autoridades, o hacen uso de la violencia o formulan amenazas para intimidarlas, más si pretenden obligarlas a resolver en el sentido que desean, el poder público debe y puede hacer uso de la fuerza pública para aplicar las consecuencias de derecho. Y con ello no se desgasta, sino se legitima y fortalece.
        Es la hora de la verdad, el gobierno debe salir de ese laberinto de lo inescrupuloso. Aplicar la ley debidamente no es represión; no aplicarla es una ilicitud.