México como nación independiente logra
su fundación el 27 de septiembre del 1821, y ahí mismo se instituye nuestro
ejército, llamándole trigarante, formado tanto por fuerzas armadas insurgentes
al mando de Vicente Guerrero, como por las realistas de Agustín de Iturbide.
Así de dialéctica es la realidad humana;
así de dialéctica es nuestra historia patria.
Raíces de nuestro ejército las
encontramos en los guerreros de los 135 países que habitaron, en el territorio
de lo que hoy es México, antes de la llegada de Hernán Cortés en 1519 a lo que
él nombró La Villa Rica de la Vera-Cruz.
En esas épocas precortesianas se dieron
tiempos de guerra y tiempos de paz entre todas esas naciones aborígenes.
Conflagraciones hubo entre los mayas y los quichés, entre los tlaxcaltecas y
los náhuatl, entre los coras y los mayos, entre los purépechas y los aztecas; y
con vencedores, o sin ellos, seguía la avenencia.
Antecedentes de nuestro ejército, a la
vez, fueron esos marineros soldados que llegaron como conquistadores
encabezados por Cortés, y que configuraron el ejército de la Corona Española en
la nueva colonia.
Precursores, también, fueron esas
muchedumbres que siguieron a Miguel Hidalgo, tan molestas para un militar de
carrera como Ignacio Allende.
José María Morelos, quien aspiraba sólo
a ser capellán de esas multitudes que acompañaban a Hidalgo, resultó un genio
de la guerra, como combatiente rebelde, y una importante raíz de nuestro
ejército, al igual que Mariano Matamoros y Hermenegildo Galeana, sus dos
eficaces brazos guerreros.
Ya instituido el ejército mexicano, en
1821, ha tenido desarrollos y regresiones, luces y sombras, éxitos y fracasos,
hasta llegar a este 2013.
La historia de nuestro ejército es una
parte de la historia nacional. Independencia, Reforma, y Revolución, siendo las
grandes etapas históricas de nuestro país, se ven reflejadas en el Ejército de
México.
Por ello, el gobierno federal ha
decidido conmemorar en este 2013 cien años de la instauración de la época
moderna del Ejército Mexicano, a partir de la formación del ejército
constitucionalista que encabezó Venustiano Carranza, en ese tiempo gobernador
de Coahuila, en contra de la usurpación de Victoriano Huerta, traidor al, y
asesino del, Presidente Francisco I Madero; homicida, también, del vicepresidente
de México de aquel entonces José María Pino Suárez.
Ese Ejército Constitucionalista se
impuso por la fuerza de las armas, pero, también, por la claridad de su
programa, y la superior organización para establecer las nuevas normas,
instituciones, procedimientos, de un estado y un gobierno diferentes.
El actual ejército mexicano, respetable
y respetado, es el pueblo de México en armas, salvaguarda de la soberanía
nacional, quien auxilia con su calificado trabajo a la sociedad, tanto en
desastres como en la paz.