Tal es la realidad que vivimos en lo que
va del siglo XXI: huracanes inusitados que devastan ciudades, tsunamis
inauditos que destruyen puertos importantes, incendios insólitos que arrasan
miles de viviendas, desprendimientos de enormes bloques de hielo de ambos polos
de nuestro planeta, y algunas otras cosillas que no presagian nada bueno para
la vida actual del ser humano.
A Rusia le ha tocado, recientemente, ser
impactada por un meteorito que ha dejado más de mil quinientos heridos, que al
apreciar de la NASA portaba una fuerza equivalente a 31 bombas atómicas del tipo
de la primera que se arrojó en Japón el 6 de agosto de 1945, pero que sólo hizo
destrozos por un valor de 35 millones de euros, cuando en Hiroshima murieron en
segundos 80 mil humanos.
El reciente objeto cósmico descendió a
una velocidad de 18 kilómetros por segundo, portando un diámetro de 17 metros,
y aunque algunos afirman que se desintegró, los rusos siguen buscándolo en los
fondos del congelado Lago de Cherbakul, encontrando ya algunos restos que serán
examinados.
Organismos internacionales subrayaron,
en demasía, que nada tuvo que ver este meteorito con el asteroide que pasó hace
días de largo muy cerca de la Tierra; mientras, en California varios medios de
comunicación reportaron el avistamiento de otro meteoro; y, en Cuba, informaron
que los habitantes de una localidad vieron caer otro objeto cósmico cerca a su
población.
Todo eso nos hace sentir la urgente
necesidad de tomar medidas preventivas frente a estos peligrosos fenómenos
cósmicos; pero, ¿quién piensa, quién habla, quién hace, algo al respecto, a
nombre del planeta que habitamos?
Los gobiernos que cargan con mayor
responsabilidad son aquellos cuyos países por su riqueza y avance tecnológico,
en el tema, pueden tomar medidas de protección para la especie humana; sin
embargo, también son los que por su poderío aprovechan su superioridad para
ejercer hegemonismo, con sistemas tradicionales de explotación.
México, según su agencia espacial, es
susceptible al tránsito de cuerpos celestes de grave riesgo, por lo que, sin
dejar de lado sus esfuerzos para resolver difíciles problemas cotidianos, debe
alzar su voz, formulando reflexiones que auxilien en la solución inmediata de
estos acontecimientos cósmicos, ya sea a través de la instalación de un
paraguas de alta tecnología, de un sistema coheteril de defensa, de impulsores
de desviación, o de cualquier otra medida eficaz que resuelva esa contingencia
cada vez más cercana.
Toda defensa tiene un costo, pero el
costo mayor es no tener defensa.
Del propio cielo nos puede llegar el
futuro infierno. Los recientes hechos hablan por sí mismos. Sólo sabiendo cómo
funciona el cosmos podemos preservar la vida, con todas sus luces, con todas
sus sombras.