lunes, 18 de abril de 2011

DÍAS DE GUARDAR

Semana Santa
DÍAS DE GUARDAR                                                                               
            Ahora que el escritor Leopoldo González me impulso a releer Cuba 88 de Luis Calderón Vega, me encontré con una idea que destila presunción, tanto como alegría, por parte de quien fuera líder, y memoria, de esa Unión Nacional de Estudiantes Católicos. (UNEC)
            Si el 94.86% de la población del México de las primeras décadas del siglo XX era católico, en las instituciones de enseñanza superior del país de aquellos tiempos debería haber agrupaciones estudiantiles que estuvieran acordes con ese porcentaje; empero, para ese logro tenía la UNEC muchos obstáculos.
            Entre otros, la Acción Católica de Jóvenes Mexicanos, (ACJM) quien con su indiferencia y encono en contra de la UNEC pretendía liquidarla, y los tecos y los conejos, de Guadalajara, quienes trataban que la UNEC tuviera estructuras secretas y juramentadas.
            El juramento –ante un Cristo, una calavera y un puñal, en la penumbra… Juro por Dios y por mi honor guardar absoluto secreto con los extraños a esta agrupación, de su existencia y de la personalidad de sus integrantes y de los asuntos que en ella se traten: Juro asimismo disciplinarme a los acuerdos que en ella tome el Consejo Supremo de la Organización. Juro también considerar a nuestra agrupación como fundamental en todas mis actividades sociales, políticas, religiosas y culturales”.
            A todo eso Calderón Vega se opuso en sus años estudiantiles, por lo que la UNEC, a su propio decir: “fue echada a pique”, y algunas agrupaciones monásticas le dieron la extremaunción.
            En su época de profesor de Sociología, ya con la madurez de un intelectual golpeado por la vida, Luis Calderón escribió el aceptable libro de texto Iniciación a la Sociología. Aquí, sin separarse de su visión católica, ofrece su tesis sobre el hecho social religioso, influenciado por Ely Chinoy y Emil Durkheim.
            En ese libro, sobre el concepto de lo sagrado, y los grados de sacralidad, sostiene la teoría clásica de que existen tres niveles para este concepto: el primero, Dios, o los Dioses, quienes son sagrados; el segundo, los seres humanos que por sus virtudes y poderes pueden ser sagrados; y, el tercero, las cosas, a las que comúnmente por ignorancia se les atribuye el ser sagradas.
            Sobre las dos primeras no haré comentario. En relación a la tercera señalaré que esa misma falta de conocimientos hace que muchos valoren a lo santo como sinónimo de sagrado y, por ende, que le denominen a esta semana que transcurre como Semana Santa, cuando las cosas nada tienen ni de santo ni de sagrado, salvo en las visiones fetichistas. Si somos conscientes de esto, se le puede y se le debe seguir llamando semana santa, como un simple nombre sin carga religiosa de ninguna especie.
            Igual se le puede y debe seguir llamando Semana Mayor, aun a sabiendas de que tiene las mismas horas, los mismos minutos y segundos, y los mismos días que cualquier otra de las semanas del año, y que en cada semana hay muertes y vidas.
            He oído que también se le cita como Semana de Guardar, pero sin decirnos qué se guardó o qué se debe guardar en ella. Acaso podríamos utilizarla para desarrollar en ella nuestros mejores valores humanos. Quizá, de vivir, Luis Calderón Vega estaría de acuerdo en esto; es probable que Leopoldo González también lo acepte.