lunes, 2 de julio de 2018


LOGOS
Flanco izquierdo, ¡ya!
ESTABLECER EQUILIBRIO ENTRE LAS PARTES
      En algunas elecciones presidenciales de México ha acontecido que ciertos perdidosos no han reconocido el triunfo del ganador; incluso en 2006 uno de los contendientes vencidos, "aiga sido como aiga sido", se auto erigió con todo y su banda tricolor al pecho como "Presidente moral de México".
      Quien tal hizo, Andrés Manuel López Obrador, ahora en su tercer participación a la presidencia ha resultado ganador indiscutible, y rompiendo las tradiciones y hasta los principios formales de que la autoridad electoral es quien anuncia los resultados y el nombre del triunfador, todos los adversarios se encargaron de anunciar públicamente y a nivel nacional su derrota, dando el nombre del agraciado, al mismo tiempo que le deseaban éxitos.
      El primero en hacerlo fue Meade, el Bronco fue el segundo, y Anaya el tercero, uno detrás de otro pero cada quien en su propio foro, su estilo y con sus seguidores.
      Con esa actitud los tres superados mostraron madurez, y con ello auxiliaron a la estabilidad económica y política del país, y a ella correspondió una conducta sensata del triunfador.
      La campaña electoral fue costosa y mala; pero la votación en sí fue ejemplar, salvo algunas excepciones de robo y quema de boletas electorales y oposición a que se instalaran casillas.
      Pero en cambio hubo más de un 63% de participación, por lo general los integrantes de casillas hicieron bien su labor, y sobre todo la emisión del voto se llevó en sana paz. ¡Felicidades por ello!
      Los dos discursos emitidos por AMLO ya como candidato triunfante reconocido, además, por el INE y el Presidente Enrique Peña Nieto, tranquiliza a México, y al mundo.
      De hecho, su conducta decidida a ejercer el poder, y las multitudes que lo siguen, lo conduce desde ahora a seguir llevando la agenda nacional. Será un presidente de más de seis años, puesto que durante estos cinco meses anteriores a su toma de posesión el primero de diciembre del año que transcurre, Peña Nieto ahora reducido, casi quedará nulificado.
      Uno de los primeros trabajos a desarrollar será el de la reconciliación, la que debe promoverse entre la gente del pueblo, y no sólo entre los altos funcionarios y los poderosos. Sólo de esa forma se logrará una unidad nacional auténtica, y no ficticia.
      Su inicial fuerza popular debe servir desde ahora para bien y no para mal; debe encauzarse y organizarse por las vías legales, para que trascienda más allá de México, pensando en que nuestro país debe recobrar un liderazgo internacional, que lamentablemente se ha perdido.
      El pueblo de México dio con su voto una nueva orden: flanco izquierdo, ¡ya!; y ese viraje a nadie debe preocuparle, mientras sea para bien de todos, o al menos, de la mayoría de los mexicanos.
      Ya la realidad, y la buena voluntad de todos establecerá un mejor equilibrio entre las partes.
      Es más sano el optimismo en la vida humana, sin perder el sentido crítico que produzca avances.