martes, 18 de noviembre de 2014

En la violencia o en la paz
LA MASA ES REBAÑO PELIGROSO
        Pronto estaremos celebrando los 104 años del inicio de la llamada Revolución Mexicana. Su cumpleaños se preestableció, antes de su nacimiento, en el Plan de San Luis, suscrito y publicitado desde los Estados Unidos de América.
        Así, esa Revolución del 1910, independientemente de sus causas internas innegables, tuvo en su etiología la voluntad, los dólares, las armas y las municiones, provenientes del gobierno gringo.
        Desde luego el millón de muertos los puso el pueblo de México y, también, es incuestionable que en su desenvolvimiento generó aportes importantes para el desarrollo de los mexicanos.
        Todas las cosas en este mundo tienen pros, y poseen contras; la Revolución Mexicana no tiene por qué ser la excepción a esta regla. Curiosamente, los mismos que anduvieron en ella, o al menos algunos de ellos, le denominaron La Bola.
        El abogado y escritor mexicano Emilio Rabasa (1856-1930) de esa manera tituló a su novela, y al país: "Este es el país de los hechos consumados... el país de las aberraciones... el de la ¡Bola!"
        Y ese término "bola", en alguna de sus acepciones, significa "masa"; es decir, ambos conceptos equivalen a un numeroso conjunto de humanos enlazados, totalmente deshumanizados, ya que se comportan como un simple rebaño que no razona, no piensa ni valora, sino obedece ciegamente a alguien que los maneja a su antojo en virtud de interés inconfesables.
        Esas bolas o esas masas no son exclusivas de momentos violentos, sino también de tiempos de paz; y, en ambos casos, toman lo peor de sus circunstancias.
        Por ejemplo, en la paz son manipuladas estas masas para creer religiosamente en algo, ir de compras bajo el inductivo lema de "El buen fin", o para votar por alguien.
        En la vorágine de la violencia son usadas estas bolas para linchar mediáticamente a cualquiera, quemar autos, destruir edificios catalogados, arrasar a su paso cuanto dispongan sus manejadores, aplaudir a los asesinos, y maldecir a los inocentes.
        En el tiempo que vivimos estamos padeciendo, entre otras cosas, una serie de manipulaciones de masas, de todos los signos, de todos los partidos, en todas las direcciones. Esto agudiza y reactiva a la mayor de las crisis sociales que México ha vivido en los últimos años.
        Ya no son aquellas masas que analizaba con talento en los años veinte el ameritado maestro español José Ortega y Gasset. Su obra La rebelión de las masas era referida a quienes advenían a la vida y ya no encontraban lugar fácilmente.
        Nuestras masas en el siglo XXI son arrasantes, devastadoras, sembradoras de la destrucción, en la violencia como en la paz. Catastróficas, pacífica como furiosamente.
        Y la solución no puede ser tan simple como la de una renuncia, sea la de quien sea. Esto que vivimos es otra cosa. Se requiere apaciguarnos. Dejar de hacer polvaredas, para poder visualizar todas los caminos de solución; y, entre todos, resolver reflexivamente.