En la violencia o en
la paz
LA MASA ES REBAÑO
PELIGROSO
Pronto estaremos celebrando los 104 años
del inicio de la llamada Revolución Mexicana. Su cumpleaños se preestableció,
antes de su nacimiento, en el Plan de San Luis, suscrito y publicitado desde
los Estados Unidos de América.
Así, esa Revolución del 1910, independientemente
de sus causas internas innegables, tuvo en su etiología la voluntad, los
dólares, las armas y las municiones, provenientes del gobierno gringo.
Desde luego el millón de muertos los
puso el pueblo de México y, también, es incuestionable que en su
desenvolvimiento generó aportes importantes para el desarrollo de los
mexicanos.
Todas las cosas en este mundo tienen
pros, y poseen contras; la Revolución Mexicana no tiene por qué ser la
excepción a esta regla. Curiosamente, los mismos que anduvieron en ella, o al
menos algunos de ellos, le denominaron La Bola.
El abogado y escritor mexicano Emilio
Rabasa (1856-1930) de esa manera tituló a su novela, y al país: "Este es
el país de los hechos consumados... el país de las aberraciones... el de la
¡Bola!"
Y ese término "bola", en
alguna de sus acepciones, significa "masa"; es decir, ambos conceptos
equivalen a un numeroso conjunto de humanos enlazados, totalmente
deshumanizados, ya que se comportan como un simple rebaño que no razona, no
piensa ni valora, sino obedece ciegamente a alguien que los maneja a su antojo
en virtud de interés inconfesables.
Esas bolas o esas masas no son
exclusivas de momentos violentos, sino también de tiempos de paz; y, en ambos
casos, toman lo peor de sus circunstancias.
Por ejemplo, en la paz son manipuladas
estas masas para creer religiosamente en algo, ir de compras bajo el inductivo
lema de "El buen fin", o para votar por alguien.
En la vorágine de la violencia son
usadas estas bolas para linchar mediáticamente a cualquiera, quemar autos,
destruir edificios catalogados, arrasar a su paso cuanto dispongan sus
manejadores, aplaudir a los asesinos, y maldecir a los inocentes.
En el tiempo que vivimos estamos
padeciendo, entre otras cosas, una serie de manipulaciones de masas, de todos
los signos, de todos los partidos, en todas las direcciones. Esto agudiza y reactiva
a la mayor de las crisis sociales que México ha vivido en los últimos años.
Ya no son aquellas masas que analizaba
con talento en los años veinte el ameritado maestro español José Ortega y
Gasset. Su obra La rebelión de las masas era referida a quienes advenían a la
vida y ya no encontraban lugar fácilmente.
Nuestras masas en el siglo XXI son
arrasantes, devastadoras, sembradoras de la destrucción, en la violencia como
en la paz. Catastróficas, pacífica como furiosamente.
Y la solución no puede ser tan simple
como la de una renuncia, sea la de quien sea. Esto que vivimos es otra cosa. Se
requiere apaciguarnos. Dejar de hacer polvaredas, para poder visualizar todas
los caminos de solución; y, entre todos, resolver reflexivamente.