Destrucciones del
hombre
LAS CALENTURAS DEL
PLANETA
El llamado calentamiento global, del
planeta que habitamos, ha llegado ya, y está entre nosotros.
Fue durante algún tiempo ciencia ficción
que atrajo, como tema atractivo, a los literatos, a los productores de cine, y
a los consumidores de estas expresiones culturales.
Después, se configuró en una advertencia
suscrita por algunos científicos, en choque con otros investigadores que pensaban
diferente.
Más tarde lo empezamos a vivir como
amenaza latente, al ser testigos, o víctimas, de sus efectos destructores.
Hoy, es toda una realidad. Hemos
contaminado las fuentes de la vida: el agua, el viento, la tierra. Sin ninguna
conmiseración ni medida ni límite globalizamos a la Tierra con masividad humana.
Simplemente alimentar a más de 7 mil
millones de humanos que existen en toda la superficie terráquea, con la
tecnología actual, ocasiona la contaminación más grande que ha tenido nuestro astro.
El comer carne de ganado mayor trae
consigo el acrecentamiento de la cantidad de metano; producir maíz, frijol y
arroz, para todos, significa elevar ese calentamiento; la deforestación da
lugar a mayores grados de temperatura.
A eso hay que sumar los gases que lanzan
a la atmósfera las industrias y el transporte moderno.
Los polos se derriten de manera
acelerada, y el agua de mar cubrirá muchos millones de kilómetros cuadrados de
lo que hoy es suelo.
Si lo anterior parece apocalíptico, con
ello debemos padecer mayores y constantes peligros que nos acechan desde el espacio
exterior, pues las explosiones solares son más numerosas y de mayor intensidad,
y los meteoritos que se acercan son de mayor riesgo.
Sin embargo, ante todo eso, los humanos
no hemos tenido conciencia del peligro que corremos como especie, y competimos
con nuestra brutalidad generando agudas violencias entre nosotros mismos, a
través de guerras, luchas violentas, ataques bélicos y bestiales, en lugar de
estar unidos ante la suma de adversidades que ya padecemos.
Con esa suerte, y con ese torpe actuar,
estamos a merced de todo tipo de calenturas planetarias, tanto las producidas
por los propios humanos como las que nos llegan de la naturaleza, que sólo en
nuestra dimensión física tiene nivel humano, pero que en el macrocosmos y en el
microcosmos es terrorífica.
En la medida del hombre se da ese verde
que te quiero verde, tan recordado en la poesía de Federico García Lorca, o ese
azul como ojera de mujer conmemorado en la música de Agustín Lara.
Todos los colores del arcoíris mezclados
de diversas formas enmarcan al granito de lodo, piedra, agua, gases, con hielos
permanentes, vegetación exuberante, y multiplicidad de vida, que existe en el
universo como el tercer planeta cercano a un estrella llamada Sol.
En ese granito planetario se han desarrollado
unos microscópicos animalitos que parecen tener únicamente dos propósitos que
conducen al mismo fin: destruirse a sí mismos directamente, o devorar al
planeta en donde habitan, y del que forman parte.
Y, aún así, debemos ser felices.