lunes, 10 de noviembre de 2014

Atender a Iguala; también a China
EL ESTADO MEXICANO NUNCA SE CANSA
        El Estado Mexicano, como todo Estado, es suma de dos elementos básicos: población y territorio; derivándose, del primero de éstos, tres componentes fundamentales: soberanía, derecho, y gobierno.
        De esos cinco ingredientes quien representa al Estado es el gobierno, y a éste lo representan las autoridades constituidas conforme a derecho, producto del poder soberano.
        Las autoridades son personas físicas que por su naturaleza pueden cansarse; empero, el Estado, y su representante el gobierno, ambos como personas morales y por su naturaleza, nunca se cansan, pues si lo hacen desaparecen.
        Así que, si Jesús Murillo Karam tiene derecho a cansarse, como cualquier individuo, el procurador General de la República no puede cansarse nunca, como titular de la institución que representa, ni pensarlo, menos decirlo.
        La marcha del miércoles 5 de noviembre del 2014 en la Ciudad de México la presencié personalmente, en una de sus partes. De regreso a Morelia quedé atrampado en el Paseo de la Reforma, a la altura de la Columna de la Independencia. Los grupos compactos que marchaban al zócalo eran decenas de miles, en su mayoría jóvenes en edad escolar de 16 a 25 años. Respetuosos y educados quienes entregaban los volantes o pedían disculpas a los automovilistas y transeúntes. Algunos gritos y consignas coreados eran severamente majaderos. El principal pararrayos del enojo colectivo fue el Presidente Enrique Peña Nieto.
        No tenía sentido común, menos lógico, la mayor parte de las majaderías dirigidas personalísimamente a él; se percibían hirientes y programadas.
        Otras expresiones colectivas llevaban mansaje, y fueron filosas. En este caso los temas eran las reformas educativas, fiscales, y energéticas.
        Un denominador común fue la alegría de vivir y luchar que los marchistas transpiraban. Un investigador serio tendría base presuntiva para indicar que el futuro de nuestro país puede ser de ellos.
        De ahí que la responsabilidad de todos, sobre todo la de esos manifestantes, es cuidar que jamás los manipulen quienes cargan con intereses inconfesables, los sembradores del odio, los ambiciosos de poder, la basura que sólo sube a río revuelto, los que no aportan ideas y proyectos para producir más y mejores bienes y servicios para los mexicanos, y programas viables para que la riqueza producida se distribuya mejor, y no se cargue la opulencia de 20 familias multimillonarias en dólares en el esfuerzo, el desempleo y la pobreza, de decenas de millones de mexicanos.
        Nadie sabe si ésta es la última llamada para un cambio necesario, o el principio costoso y trágico de esa transformación.
        Todos intuimos que nuestras autoridades, incluido el Presidente de México, deben trabajar para los mexicanos, en China y en todo el mundo, pero, ahora, debemos ver por Iguala, como un síntoma y símbolo de nuestro profundo mal.
        Por ello, jamás debemos huir ni rehuir a nuestros propios problemas. Ahí, entre los problemas se encuentran las mejores opciones de solución. ¡Es la hora de ser!