32 años se han cumplido desde el asesinato, a
tiros, del ex Beatle John Lennon. En todo el mundo honraron su recuerdo. Mark
Chapman, el homicida confeso, era su ferviente admirador, y gran parte de su
vida se la pasó imitando a su víctima: el peinado, los lentes, la ropa, la voz,
y todos los demás etcéteras.
Cuando John Lennon y Yoko Ono estaban por
entrar en su casa, el asesino, falso Lennon, a cincuenta centímetros de
distancia pensó que se miraba frente a un espejo y se preguntó a sí mismo:
"¿Mr. Lennon?", y después de escuchar el "sí" ajeno, y su
"sí" propio, descargó los cinco tiros de su pistola.
El homicida dijo, según su primera
declaración: "cometí un suicidio", argumentando que él era John
Lennon.
Las locuras de ese tiempo llegaron hasta ese
extremo; sin embargo, desde entonces, ya no existe aquella nariz afilada en
donde cabalgaron esos diminutos y redondos lentes. No existe ya ese cerebro
acompasado por el ritmo, y ya no descienden hasta aquellas manos largas las
notas musicales atractivas escritas en pentagramas extravagantes.
Lennon murió hace 32 años, y con él murió su
talento creativo, ambicioso, comerciante, amasador de fortuna, y pacifista
ortodoxo. Mi generación quedó marcada por ese compás británico, melódico,
penetrante y arrobador.
A su muerte, en diciembre del año 1980,
publique un artículo para el periódico EXCÉLSIOR en donde escribí sobre dos
muertes que se suscitaron el mismo día: la de John Lennon y la de Juan Lemus.
El primero, Lennon, sigue siendo conocido por
todo el mundo, y prosigue recibiendo homenajes merecidos. El segundo, Juan
Lemus, desconocido el día de su muerte, más desconocido resulta ahora, a
finales del 2012.
Lemus se precipitó desde un octavo piso en
construcción. Sus compañeros albañiles dijeron que estaba desesperado, y que
dentro de su retardo mental deseaba suicidarse.
La edad de Juan era de trece años. A esa edad
debía estar en la escuela cursando los primeros años de su enseñanza media;
pero no, su padre, jornalero en el campo, con una familia numerosa y un ingreso
de miseria, tuvo que colocar a su hijo mayor en la gran Ciudad de México, como
aprendiz de albañil.
Desde que Juan nació en aquel hogar humilde
padeció de problemas nerviosos. Sus dificultades se agravaron en un medio tan
ajeno como hostil, y después de trabajar durante algunos meses jornadas de más
de diez horas, al margen de la legislación laboral, explotado por contratistas
millonarios e infames, decidió quitarse la vida.
Claro que ningún medio de información se
ocupó de la muerte de Juan Lemus, ya que estaban demasiado ocupados dando
cuenta del asesinato de John Lennon, tan mercantilmente manipulados y
manipuladores como ahora.
El ingeniero residente de la obra reportó
aquella muerte como un "accidente". Los albañiles en sus pláticas lo
calificaron de suicidio. Yo sigo creyendo que fue un asesinato: lo asesino
nuestro sistema socioeconómico.