miércoles, 22 de febrero de 2012

Cárceles Mexicanas ESPEJOS DE UNA REALIDAD

             Ayer reventó la realidad en una cárcel; hoy detonó en otra; mañana estallará en otra prisión. Poco importa si es federal o estatal, la pus es la misma, y la podredumbre en ellas se derrama por todo México.
                La lingüística oficial les denomina CERESO, o CEFERESO, para abreviar el nombre de centro de readaptación social, bajo la política penitenciaria de que el Estado Mexicano es capaz de, con educación y trabajo, readaptar a todos los delincuentes que ahí llegan para cumplir con la ejecución de una sentencia ejecutoria.
                Eso es en teoría y respecto al nombre de esas cárceles, ya que la realidad es otra cosa, puesto que dentro de esas penitenciarias no hay ni proceso educativo ni posibilidad de un trabajo digno ni signo alguno de readaptación.
                Son, por el contrario, verdaderas escuelas del crimen, sucio reflejo de una sociedad enferma, que demanda de una cirugía mayor.
                Es doloroso lo que acontece en las cárceles de México; y si bien es cierto que en algunos países acontecen por igual cosas espeluznantes, esto en nada nos sirve de alivio ni de justificante.
                Todo el mundo ha estado al pendiente de los hechos violentos, y criminosos, de la penitenciaría de Apodaca en el estado de Nuevo León. Primero una masacre de 44 reclusos. Después una evasión de más de 30 delincuentes de alta peligrosidad. Posteriormente la detención de algunos de los supuestos responsables, quienes ejercían como autoridades. Para enseguida trasladar a 400 reos a otras penitenciarías; y, finalmente, la violencia de los reclusos que se quedaron al incendiar todo lo que encontraron, aunado a los choques que la policía tuvo con los parientes a las afueras de tal reclusorio.
            Todo lo anterior denotando lo organizado del crimen, y exhibiendo lo desorganizado del gobierno.
            Y que peligroso es que un gobierno sea incapaz de readaptar a los delincuentes, a efecto de que, al cumplimiento de sus penas, sean reinstalados en sus comunidades como gente ya rehabilitada.
            Pero al no poder el gobierno efectuar esta rehabilitación, lo que queda es instaurar la pena de muerte. ¿Qué se puede hacer con alguien que, siendo delincuente de alto peligro, no sea rehabilitable?, o, ¿qué se puede y debe hacer con un gobierno que no es capaz de rehabilitar a los delincuentes?
            Mas cuando la sociedad se encuentra en un decadente proceso de ilicitudes, ¿de qué sirve reeducar a un delincuente para insertarlo, sano, en una comunidad en hervor criminal?
            La tarea que los mexicanos tenemos por delante no es fácil, pero tampoco es imposible. una de las raíces de esta descomposición nos viene del exterior, y otra parte de la etiología es interna.
            Estas dos conjuntos de rizomas deben ser estudiados con responsabilidad y precisión, a efecto de atacarlos con eficacia, al mismo tiempo que se aplican otras medidas.
            Para lo anterior, nada ayuda el que el secretario de gobernación Alejandro Poiré diga que "nuestras penitenciarías son seguras".