LOGOS
Gota a gota
PARÍS ES UNA FIESTA
Las
olimpiadas, como juegos deportivos supletorios de la guerra, han tenido una
milenaria historia.
Los primeros registros de las olimpiadas los encontramos
en el año 1280 antes de nuestra era. La primera confronta deportiva la organizó
Pélope (fundador del Peloponeso).
En el año 394 de nuestra era, el emperador romano Teodosio
I, el Grande, abolió las olimpiadas.
El repulsivo
desprestigio, y la decadencia de esos juegos olímpicos, fueron registrados:
“mulas bebiendo en las fuentes sagradas, corrupción, asesinatos, guerras,
incendios en los templos…”
A detalle,
toda esta información se encuentra en los doce tomos de ‘Historia de Grecia’ del
helenista inglés George Grote (1794-1871), y en el libro ‘Antigua Grecia’ de su
seguidor y compatriota Henry Bernard Cotterill (1812-1886).
Desde el
siglo XVII de nuestra era hubo eventos que tendieron al restablecimiento de
juegos olímpicos, sin éxito alguno.
Hasta
finales del siglo XIX, en 1894, en París, Francia, Pierre Frédy, barón de
Coubertin (1863-1937), fundó el Comité Olímpico Internacional (COI),
organizando la Primera Olimpiada Moderna, inaugurada el 6 de abril del año 1896,
en Atenas, Grecia, en reconocimiento a su lugar de origen.
Desde
entonces se han llevado a cabo cada cuatro años estas olimpiadas, salvo de 1916
a 1918 por causa de la Gran Guerra (llamada después Primera Guerra Mundial), de
1940 a 1944, por motivo de la Segunda Guerra Mundial, y la postergación de la
olimpiada 2020 para el año 2021, en razón de la pandemia del Cóvid-19.
Al filo de
la locura de los tiempos que vivimos, al borde de una guerra atómica anunciada
por líderes mundiales poderosos e irresponsables, al lomo de los desajustes
ambientales y climáticos del planeta, se está realizando la Olimpiada París
2024, exponiendo armónicamente, con eficacia deportiva internacional, los
mejores valores humanos: paz, convivencia, respeto, esfuerzo, lealtad,
rectitud, honestidad, desarrollo, confianza, técnica, arte, franqueza, amistad,
perseverancia, solidaridad; todo ello, con la cultura de un humanismo
mundializado, y globalizador.
205 naciones
están participando, de todos los grupos étnicos, con idiomas distintos, con
religiones y sin ellas, teniendo ideologías diferentes, de todos los géneros y
de todos los sexos, poseyendo edades diversas, los niveles económicos se
encuentra todos representados, los estados civiles también están incorporados. ¡Es
toda una gesta humana!
Comúnmente
los estadios deportivos han sido los escenarios de las olimpiadas. En este 2024
no es así. El tablado ha sido todo París, todo Francia, toda Europa, todo el
mundo.
El Río Sena,
como la gran arteria de un organismo dinámico, transportó sobre su lomo acuoso,
enriquecido por la pertinaz lluvia, a todos los representantes de los países
partícipes.
Gota a gota,
París sigue siendo una fiesta que renueva la esperanza.
Chubascos
tecnológicos de esa magnitud, en el acto inaugural, nos animan, reconfortándonos.
La llama
olímpica traída desde Grecia, raíz de una prestigiada cultura, llegó a París en
este 2024.
¿A París?
Sí, a París, a aquel príncipe troyano, hijo del rey
Príamo y de su esposa Hécuba, y hermano de Héctor. París, conquistador de
Helena, esposa del ofendido Menelao; seductor de la mujer más hermosa que ha
habido sobre la Tierra, según el Fausto de Goethe.
Sí, a París, quien en 2024 sigue dando calor al ánimo de
la victoria, y ofrece luz a toda la especie sapiens-sapiens, a veces no tan
sabia.
Aun así, las
olimpiadas han crecido, con los deportes de invierno, los juegos paraolímpicos
para capacitados especiales, los juegos de la juventud para estímulos a la
minoridad.
Teniendo de
todo en nuestro ayer, en nuestro hoy, y seguramente en nuestro mañana,
retomemos lo mejor de nosotros, por el bien de todo lo que vive, de todo lo que
existe, de todo lo que es, en el microcosmos, en el macrocosmos, y en la
plenitud de esa medida de todas las cosas: el ser humano.