Jesús
Sandoval Bustos
DE
GRATA MEMORIA
Espigado, de fuerza física y de agudo
pensar. Así recuerdo a aquel joven estudiante en el primer año de la Facultad
de Derecho de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en el año
1960.
Originario de una tierra agreste en
donde a temprana edad no pocos niños portan pistola (Aguililla, Michoacán), llegó
a Morelia a vivir en casa de estudiantes, de las múltiples que nuestra
Universidad sigue teniendo para auxilio educativo.
Gustaba de jugar vencidas para mostrar
su energía, con mano derecha o con mano izquierda, y destacaba en ello.
Practicaba el ajedrez, con más
entusiasmo que destreza, logrando poco a poco un aceptable desarrollo.
Fue buen estudiante. Sus inquietudes
políticas lo llevaron a cargos directivas de carácter escolar.
Durante cinco años en la facultad, como
compañeros, no pudimos ser amigos, más bien fuimos adversarios.
En la sección, originalmente, fuimos 65
alumnos. Nos llamaban “la plana mayor” a 40 discípulos consolidados por amistad
desde la preparatoria en el Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de
Hidalgo; 20 alumnos constituían “la plana menor”, en donde destacaba Jesús
Sandoval. Había también 5 condiscípulos indecisos que votaban a veces con
nosotros y en ocasiones con ellos.
Todos, vivíamos nuestra juventud
queriendo conquistar al mundo, con el ansia de superarnos.
En ese tiempo explotó, en nuestros
rostros, la lucha absurda entre gortaristas y antigortaristas en el año 1963, ahondando
nuestras provincianas diferencias.
El nombre de los grupos combatientes fue
paradójico.
Que estupidez tomar el apellido del
rector, de ese tiempo, como bandera, para el tamaño de aquella confronta.
Eran lógicos los argumentos de los confrontados,
respecto a nuestros problemas estrictamente universitarios de tipo académico y
administrativo.
El mundo (en ese entonces) se encontraba
en plena guerra fría entre Washington y Moscú. Las embajadas de ambos países usaban
a los universitarios como carne de cañón, aprovechando sus contradicciones
internas (en nuestro caso) muy nicolaitas.
En esa lucha la Universidad perdió. Alumnos,
maestros y administrativos, quedamos divididos. Siempre son siniestros quienes
dividen, más si son autócratas.
La educación y el desarrollo nos condujo
a la edad de la razón; y, recién egresados y titulados como Licenciados en
Derecho, nos dimos a la tarea de formar una agrupación bajo el nombre y la
égida de un insigne mexicano: Generación de Abogados Benito Juárez.
Esa generación la constituimos con
veinte abogados que, como estudiantes, estuvimos enfrentados política y
académicamente, pero coincidiendo en principios éticos en nuestros específicos liderazgos.
Uno de esos integrantes fue Jesús
Sandoval Bustos, quien su primaria la hizo en Aguililla, su secundaria en el
Internado de Coalcomán, efectuando estudios en el Seminario de Tacámbaro, pero,
una vez convencido de que no deseaba ser sacerdote, se fue a la Ciudad de
México a realizar su preparatoria en San Ildefonso.
Con ese bagaje llegó al primer año de la
Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
En Morelia novió con una jovencita
agraciada de nombre Graciela Hernández Moreno, de buena y reconocida familia, a
quien él llamaba “Greis”. Casó con ella, y procrearon cuatro hijos: Jesús,
Ignacio Manuel, Graciela y Alejandro.
Ese núcleo familiar, en ciernes, lo
inspiró e impulso en su desenvolvimiento profesional. Jesús fue Agente del
Ministerio Público y jefe de esos agentes, Juez en diferentes distritos
judiciales, Magistrado del Supremo Tribunal de Justicia de Michoacán, maestro
de la Facultad de Derecho, Notario Público en Apatzingán y Notario Público en
Pátzcuaro.
Ya como miembros de la Generación de
Abogados Benito Juárez, Jesús Sandoval Bustos y yo, (al igual que como todos
los demás integrantes) nos hicimos entrañables amigos.
No hay duda de que la amistad florece
donde menos se espera; bastan conciencias honradas de buena voluntad.
Y como esa cordial amistad es altamente
contagiosa, las familias de cada miembro de esa generación de abogados han
consolidado ese enlace de amigos.
La esposa de cada uno de esos abogados
se ha unido para instituir a “las margaritas”, en reconocimiento a Margarita
Maza de Juárez, esposa del reformador.
Ahora bien, como para morir, sólo se
requiere estar vivo, Jesús Sandoval Bustos cumpliendo a satisfacción su ciclo
vital ha fallecido.
Quien me dio la aciaga noticia fue
Constantino Rojas, también amigo y compañero de generación.
Frente a la muerte de Jesús debo
subrayar que, sobre todo, siempre fue bienhechor, al sostener inquebrantable su
empeñoso espíritu de servicio, promoviendo proyectos útiles donde quiera que
estaba, sobre todo a favor de nuestra Universidad.
De los veinte iniciales miembros de la
generación, sólo sobrevivimos siete.
El tiempo ha menguado nuestro número,
pero ha aumentado nuestro espíritu jurídico, nicolaita y juarista.
Para la familia Sandoval Hernández
nuestra amistad solidaria.
Tendremos presente a Jesús Sandoval
Bustos en sus mejores momentos.
Él nos deja: afables recuerdos, ejemplo
imperecedero, y grata memoria.