lunes, 8 de febrero de 2021

 LOGOS

2666 de Roberto Bolaño

ELLA Y ÉL, COMO UN TODO

        Matar a un humano es algo endiablado. Asesinar a una mujer es 2666 veces más diabólico.

        Adopto el título de la obra “2666” del escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003) para darle un significado, ya que nunca explicó, el autor, por qué le puso ese nombre a su libro de más de 1235 páginas, incluyendo sus apuntes y otras narraciones vinculadas al tema delicado de que trata.

        Intuyo que 2666 fue el número de mujeres exterminadas que él registró durante su estadía en México; o, bien, nos quiso decir que ese terrible mal de “asesinar a ellas” es dos veces el demonio, considerando el significado tradicional que se da al número “666”.

        Sería aterrador que ese título encarnara al año 2666 como fecha, probable, para acabar con los femicidios en el mundo.

        Cualquier sentido que tenga el título, su texto (sobre todo “La parte de los crímenes”) es narración precisa, y sintética, de todos y cada uno de los asesinatos de mujeres realizados en la llamada ciudad mexicana de “Santa Teresa”, que es en realidad Ciudad Juárez, una gran población fronteriza de Chihuahua con los EU.

        Hace más de 20 años de aquellos escandalosos feminicidios que trascendieron a foros internacionales.

        Las descripciones de Bolaño son espantosas: “… aquellas tres mujeres tenían cortados los pezones, violadas anal y vaginalmente, con semen en la garganta, habían herido sus manos con picahielo, y una de ellas estaba empalada…”

        Bolaño pone los nombres de las asesinadas, pues los obtuvo de archivos judiciales, describiendo lo esencial de cada acta de un médico legista.

        Y sin decirlo, expresamente, nos induce a considerar que ese terrible fenómeno se dio por varias causas, entre otras: la masividad que produjeron las manufactureras, la degradación sexual provocada en ese ambiente de frontera, la atracción turística especializada en sexo e inducida por el gobierno para obtener divisas, y la impunidad para los asesinos.

        No se investigaba. Todas las policías y ministerios públicos seguían una máxima: “mejor no mover la mierda”.

        Se iniciaba el expediente, y luego se archivaba.

        En 2021, parte de México se ha convertido en Ciudad Juárez. Los feminicidios se desparramaron por nuestro país; crecieron en número y en gravedad; pero, hoy, quedan semicubiertos por los tres grandes problemas nacionales, conflictos que la administración de Andrés Manuel López Obrador ha empeorado.

        Salud, economía y seguridad pública, apuros que roban cancha y foro a los feminicidios.

        Llamativos casos del 2021.

        Marimar, en Chiapas. Durante seis meses denunció que era víctima de abuso sexual, y nadie la escuchó. Y simplemente apareció muerta.

        Karina, desaparecida en el Estado de México a finales de enero, y ahora fallecida.

        Jessica en Michoacán, donde después del asesinato el procedimiento no avanza; y sólo aparecen mensajes y manifestaciones: “Mi familia no perdona; mis amigas no perdonan; Morelia, no me olvides”.

        Prevengamos toda misoginia, como la de Félix Salgado Macedonio, (candidato de Morena a gobernador de Guerrero) en nivel de supuestas violaciones, o la del exgobernador priista de Puebla Mario Marín Torres como posible torturador de Lydia Cacho.

        Durante la presidencia de López Obrador el número de feminicidios ha aumentado. En diciembre del 2018 fueron 45; en 2019 fueron 3,874; y, en 2020 fueron 3,948; haciendo un total de 7,867 feminicidios, oficialmente reconocidos, más los que se oculten.

        Y todos los casos corresponden a un rostro de terror, específico, que forma parte de la violencia general en México, y en la especie por un machismo y un hembrismo patológicos.

        Ella y él, formamos parte de un todo llamado ser humano; y es urgente que superemos (desde el hogar, escuela, calles, medios de comunicación masiva, pero sobre todo desde un gobierno coordinador) a un patriarcado autoritario, lleno de contradicciones que ya no da más de sí.

        En esa urgencia, el presidente Andrés Manuel López Obrador no ha estado a la altura de la circunstancias.

        Y no es que yo quiera cargarle la culpa de todo; es que él, en su autoritarismo, maneja todo.