LOGOS
2666 de
Roberto Bolaño
ELLA Y
ÉL, COMO UN TODO
Matar a un humano es algo endiablado.
Asesinar a una mujer es 2666 veces más diabólico.
Adopto el título de la obra “2666” del
escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003) para darle un significado, ya que
nunca explicó, el autor, por qué le puso ese nombre a su libro de más de 1235
páginas, incluyendo sus apuntes y otras narraciones vinculadas al tema delicado
de que trata.
Intuyo que 2666 fue el número de mujeres
exterminadas que él registró durante su estadía en México; o, bien, nos quiso
decir que ese terrible mal de “asesinar a ellas” es dos veces el demonio, considerando
el significado tradicional que se da al número “666”.
Sería aterrador que ese título encarnara
al año 2666 como fecha, probable, para acabar con los femicidios en el mundo.
Cualquier sentido que tenga el título,
su texto (sobre todo “La parte de los crímenes”) es narración precisa, y
sintética, de todos y cada uno de los asesinatos de mujeres realizados en la
llamada ciudad mexicana de “Santa Teresa”, que es en realidad Ciudad Juárez,
una gran población fronteriza de Chihuahua con los EU.
Hace más de 20 años de aquellos
escandalosos feminicidios que trascendieron a foros internacionales.
Las descripciones de Bolaño son
espantosas: “… aquellas tres mujeres tenían cortados los pezones, violadas anal
y vaginalmente, con semen en la garganta, habían herido sus manos con
picahielo, y una de ellas estaba empalada…”
Bolaño pone los nombres de las
asesinadas, pues los obtuvo de archivos judiciales, describiendo lo esencial de
cada acta de un médico legista.
Y sin decirlo, expresamente, nos induce
a considerar que ese terrible fenómeno se dio por varias causas, entre otras:
la masividad que produjeron las manufactureras, la degradación sexual provocada
en ese ambiente de frontera, la atracción turística especializada en sexo e
inducida por el gobierno para obtener divisas, y la impunidad para los
asesinos.
No se investigaba. Todas las policías y
ministerios públicos seguían una máxima: “mejor no mover la mierda”.
Se iniciaba el expediente, y luego se
archivaba.
En 2021, parte de México se ha
convertido en Ciudad Juárez. Los feminicidios se desparramaron por nuestro
país; crecieron en número y en gravedad; pero, hoy, quedan semicubiertos por
los tres grandes problemas nacionales, conflictos que la administración de
Andrés Manuel López Obrador ha empeorado.
Salud, economía y seguridad pública, apuros
que roban cancha y foro a los feminicidios.
Llamativos casos del 2021.
Marimar, en Chiapas. Durante seis meses
denunció que era víctima de abuso sexual, y nadie la escuchó. Y simplemente
apareció muerta.
Karina, desaparecida en el Estado de
México a finales de enero, y ahora fallecida.
Jessica en Michoacán, donde después del
asesinato el procedimiento no avanza; y sólo aparecen mensajes y
manifestaciones: “Mi familia no perdona; mis amigas no perdonan; Morelia, no me
olvides”.
Prevengamos toda misoginia, como la de
Félix Salgado Macedonio, (candidato de Morena a gobernador de Guerrero) en
nivel de supuestas violaciones, o la del exgobernador priista de Puebla Mario
Marín Torres como posible torturador de Lydia Cacho.
Durante la presidencia de López Obrador
el número de feminicidios ha aumentado. En diciembre del 2018 fueron 45; en
2019 fueron 3,874; y, en 2020 fueron 3,948; haciendo un total de 7,867
feminicidios, oficialmente reconocidos, más los que se oculten.
Y todos los casos corresponden a un
rostro de terror, específico, que forma parte de la violencia general en
México, y en la especie por un machismo y un hembrismo patológicos.
Ella y él, formamos parte de un todo
llamado ser humano; y es urgente que superemos (desde el hogar, escuela,
calles, medios de comunicación masiva, pero sobre todo desde un gobierno
coordinador) a un patriarcado autoritario, lleno de contradicciones que ya no
da más de sí.
En esa urgencia, el presidente Andrés Manuel
López Obrador no ha estado a la altura de la circunstancias.
Y no es que yo quiera cargarle la culpa
de todo; es que él, en su autoritarismo, maneja todo.