LOGOS
Pasión y Espejo
JAULA DE LOS LOCOS
Hay de
locuras a locuras, y de locos a locos. La historia, pero más las historietas
del hombre, están pletóricas de muestras locas y locuaces.
Cada
tiempo genera sus propios locos y locuras.
Recién
me impresionó el rostro televisado del gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes
Linares, en paroxismo de locura, llamar “loco” a Andrés Manuel López Obrador.
En ese
arrebato, con furor endemoniado le endilgó, además: “vividor de la política”,
“corrupto”, y otras expresiones de similar calibre.
Así argüía
Yunes frente a los ataques que, AMLO, le ha dirigido; pero también parecía
describirse a sí mismo, según la imagen pública que ha proyectado hacia la
sociedad.
Miguel
Ángel y Andrés Manuel son diferentes en muchas cosas, pero los dos gustan de la
confronta, siendo más pendenciero e impulsivo Yunes, y más sensato y correcto López
Obrador al decir: “no caeré en provocaciones”, aunque él mismo provoque, y
guste de ello.
Ambos,
con sus mutuas bravatas y sus estilos distintos, pueden provocar violencia, esa
fuerza iracunda que descompone el orden normativo; justo, lo que la política
pretende sustituir o, al menos, amainar, por ser conducta negativa que afecta a
la vida humana.
Yunes,
antes priista, milita ahora en las falanges de esa alianza que encabeza Ricardo
Anaya y el PAN, en este orden.
Ese enriquecido
joven queretano que oscila entre lo modosito y lo apasionado, con una ambición
de poder vengativa, y en extremo peligrosa.
En esa
alianza se encuentran los escombros del PRD; quienes, para no perder el
gobierno de la Ciudad de México, aplican el terror a su manera, ahora
escondidos detrás del biombo llamado "pacto de civilidad", firmado
por la mayoría de los partidos políticos en contienda.
De esa
manera, los actuales locos con sus locuras electoreras, metidos en la política
para ganar los 4 billones de pesos a que tiene acceso la presidencia de México,
muestran toda su audacia, exenta de talento y ética, pero saturada de ineptitud
y codicia.
Ahí, en
esa contienda presidencial, el único que parece carecer de audacia es José
Antonio Meade, dado que los poseedores de esa temeridad son quienes lo
impusieron en esa aventura; pero, Meade, bien puede dar una gran sorpresa, a su
tiempo.
Gritarse
locos los unos a los otros no sólo es una usanza nacional. El presidente Trump
ha fraseado el término “loco” a Kim Jong-un; y éste líder coreano ha endosado a
Trump el mismo calificativo, con mayor despecho.
Y es
que internacionalmente la política, y la vida, se encuentran severamente dañadas,
por locos y por locuras, sin talento.
Locura inteligente
la de nuestro señor Don Quijote de la Mancha, quien en la pluma de Miguel de
Cervantes (1547-1616) sigue iluminando al ser humano; y el Elogio a la locura
de Erasmo de Rotterdam (1466-1536) sigue siendo la puntillosa crítica a la
sociedad de su tiempo.
Cada
loco tiene su espejo, y su pasión, ¡y vale!, siempre y cuando no dañe a los
otros.