miércoles, 10 de enero de 2018

LOGOS
Destino heroico
EN LOS DECIRES DE AMLO
       Su lento hablar, contrasta con la largura de sus promesas y, éstas, tienen sentido, por ello, resultan atractivas; sin embargo, suelen no resistir un análisis lógico.
       Mucho de lo que externa Andrés Manuel López Obrador es un diagnóstico de la realidad que vive nuestro país, y millones de mexicanos, desde hace muchos decenios, estamos ciertos de las lacerantes fallas de nuestro sistema.
       Las soluciones propuestas, y quiénes las coordinen en su aplicación, nos empiezan a separar, lamentablemente; y, para el caso, la unión nacional resulta imprescindible.
       Felipe Calderón, como presidente, llamó “guerra” a lo que simplemente necesitaba, aún con todo y sus peligros, la aplicación coercitiva del derecho a delincuentes de significada peligrosidad.
       Ese torpe desliz le cuesta a México cientos de miles de muertos, más los que se aculen durante la semana. Y hasta un fustigador como AMLO cae en la trampa de ese término belicoso.
       “Yo voy a conseguir la paz, ese es mi compromiso, voy a conseguir la paz y voy a terminar con la guerra, no vamos a continuar con la misma estrategia que no ha dado resultados. A mitad del sexenio ya no habrá guerra”; así prometió López Obrador en Yucatán, después de que en Chichén Itzá, al decir de él mismo, se cargó “de energía positiva”.
       Esa energía no le alcanzó para comprender que al pueblo le molesta ese “yo, yo, yo”, por configurar un yoísmo insultante y una mentira embarazosa.
       No hay ningún individuo, ningún yo, o sea, no hay ningún súper hombre que consiga la paz y acabe con la guerra; además, no existe en México jurídicamente una guerra.
       Sí, hay una violencia desatada que quizá sea peor que una guerra, pero no hay una guerra.
       Algo más, ni como metáfora funciona, ya que no se trata exclusivamente de “terminar la guerra en tres años”, pues, así, se puede terminar en un día, basta con que las fuerzas armadas no intervengan en la lucha contra el crimen organizado, el
narcotráfico, y otros delitos graves, y se acaba esa “guerra”.
       Pues no es suficiente terminar con esa guerra. Lo que se necesita es terminar con el narcotráfico, los secuestros, los asesinatos, los robos, con el crimen organizado; éstos son los males, provocados por ciertas causas, sí, las que también es necesario eliminar.
       Y Andrés Manuel no señala en cuánto tiempo acaba con todos esos ilícitos; y, en cambio, sí asegura que “juntos haremos historia”, cuando la historia, como fenómeno social, la estamos haciendo los mexicanos a cada segundo, juntos o separados, con elecciones o sin ellas.
       Y dentro de ese historicismo erróneo, asegura que él llevará a México a “una cuarta transformación”; la primera fue la Independencia con Hidalgo y Morelos, la segunda la Reforma con Juárez, la tercera la Revolución con Madero, Villa y Zapata.
       No hay duda, AMLO ya anda repartiendo cargos públicos, seguro está de ganar, y su impertérrito destino heroico es un hecho.
       Ojalá, AMLO reflexionara mejor.