lunes, 20 de junio de 2016

LOGOS
Nuevo sistema penal
SABER CACAREAR EL HUEVO
        La frase de que "hay que saber cacarear el huevo" nos invita a emplearla en el tema, tan publicitado, del "nuevo sistema penal en México".
        Si hubiese de verdad un nuevo sistema penal, no sería un hecho acaecido como "momento histórico" ni "un día de estreno", ni tan absurdo como: "quedó sepultado el viejo sistema penal inquisitorio con 99 años y 5 meses de vida, proveniente de la Edad Media, para iniciar el nuevo sistema penal acusatorio", como en medios masivos de comunicación se reitera a plenitud dogmática; así, está mal cacareado el huevo.
        El nuevo sistema, con pros y contras, forma parte de un amplio proceso, y no es resultado de un sexenio, sino que tuvo etapas iniciales en lustros anteriores, en donde participaron destacados juristas mexicanos de la academia, postulancia, judicatura, consejerías, y de actividad legislativa, a quienes sin mezquindad debe reconocérseles sus aportaciones.
        Esta generación tiene y tuvo, entre otros, a varios distinguidos maestros de las ciencias penales: Francisco Pavón Vasconcelos, Fernando Castellanos Tena, Gregorio Torres Fraga, Sergio García Ramírez, Gilberto Vargas López, Ricardo Franco Guzmán, y Alfonso Quiroz Cuarón.
        García Ramírez expresó algo que orienta a esas tareas: "la norma penal debe establecer un orden que a nadie atropelle y a todos proteja. No es pedir demasiado; sólo exigir lo estricto".
        Ante ese concepto es prematuro juzgar, con adjetivos exagerados, a un sistema que con dificultades empieza sus primeros pasos, y con ello sus tropiezos.
        La reforma constitucional del 2008 montó los fundamentos para ese nuevo sistema penal; ahí exhibió deficiencias que nos conducen a círculos viciosos que deben romperse en coyunturas de tiempo, espacio, materia y personas. Todo es perfectible.
        Ni el sistema penal anterior, que no termina de irse, es el malo, ni el sistema llamado "nuevo" es el súper héroe que en segundos solucionará los problemas. En aquél, y en éste, el denominador común sigue siendo "la corrupción"; consecuentemente, mientras la corrupción no se acabe, o reduzca su magnitud y alcance, la deshonestidad penal escrita se convertirá en deshonestidad penal oral; y el soborno lento se transformará en veloz corruptela, pero "nueva". Lo ideal: excelentes leyes y hombres buenos. Mejor hombres buenos y leyes malas, que leyes buenas y hombres malos.
        Además, cambiar en la materia penal unas palabras por otras no soluciona nuestras contradicciones agudizadas.
        Muchísimos millones de pesos se han gastado en ese cambio, sobre todo en nuevos y elegantes inmuebles, con casos de desviaciones turbias. Y la seguridad pública, la procuración y la administración de la justicia, se generan no sólo por los edificios, sino por conducta sensible, preparada, tenaz y sana del recurso humano.
        Mal que en agua cristalina se decante una gota de veneno, como bien cita Beatriz Pagés a Sergio García Ramírez; peor si en una realidad putrefacta y venenosa cae esa diáfana gota.