LOGOS
Corrupción
fermentada
NAZISMO A LA
MEXICANA
El mundo comunicado, global y
velozmente, dio a conocer de inmediato las imágenes de un puñado de maestros
mexicanos humillados, abatidos, insultados, sentados en el piso y rodeados de
una multitud que gozaba, o al menos admitía, que les cortarán públicamente a trasquilones
el cabello de sus cráneos, después de pasearlos descalzos con cartulinas colgantes
de sus hombros, llevando frases degradantes para los portadores.
Y las víctimas de esa infame violencia
eran mujeres y hombres de la tercera edad, quienes cometieron la gravísima
falta de asistir a dar clase, en contra de la determinación de su dirigencia
nacional conocida como la CNTE.
Cuadros tan espeluznantes como ése se
dieron en los inicios del nazifascismo en Europa, cuando el nacional socialismo
estaba por tomar el poder en Alemania, Italia, y España.
Ese nazismo ocasionó la Segunda Guerra
Mundial, en donde según algunos hubo 50 millones de muertos, mientras otros lo
elevan a 70 millones, pero en lo que todos coinciden es que el 80% de los
fallecidos fueron civiles.
Ese nazifascismo tuvo simpatizantes en
el México del siglo XX, en la década de los treinta e inicios de los cuarenta,
sobre todo en su perfil alemán.
En todos los países del mundo ese
nazifascismo está latente, con las características propias de cada nación; sus
rasgos fundamentales son la violencia, la fuerza bruta supuestamente
justificada por una idea sentida por la masa humana llamada pueblo, que atraiga
su devoción dogmática por la necesidad lacerante de resolver problemas que la agobian;
la presencia de un personalizado caudillo
es otro de sus ingredientes, para que esa masa simplifique su ilusión en un
rostro, en el sonido de su palabra, en los conceptos de esa oferta añorada;
todo el que no esté con él, estará en contra de ellos; no admiten razonamientos
en contrario, y al principio apalean y agreden, y cuando tienen el poder
asesinan.
Los cultivadores de ese nazismo son,
entre otros, los poderosos que por sus torpezas y ambiciones personales, y de
clase, devastan la economía de una nación hasta llevarla a la quiebra, dejando
a la gente en la ignorancia para que sea carne de cañón irritada, fácil presa
de una oposición tan mesiánica como roñosa.
Esos poderosos, aunque en algún momento
digan que México es primero, ya radican con sus familias en los barrios
residenciales de algunas ciudades de los Estados Unidos de América, mostrando
con ese cambio de país, que primero son ellos.
Esa es una parte de la peligrosa tijera,
ya que otra cuchilla la conforman esos grupos opositores violentos, que traen
el autoritarismo y la represión en sus venas, con una sed de venganza, ajenos a
toda acción razonada de justicia.
Nuestra corrupción mexicana está
fermentada en esos dos extremos, que se juntan inconscientemente para edificar
el nazismo a la mexicana. Beatriz Pagés hace bien en luchar contra este mal.