Un rey vago
REPARTE
SUS CULPAS
El actual presidente de México lleva
sobre sí una enorme carga dividida en dos partes: la primera, el botín de su
corruptela escondida, usando nombres de familiares y cómplices; la segunda (y
es la de mayor volumen), sus culpas presidenciales en daños y perjuicios a los
mexicanos.
El pillaje es cuantioso, y pronto
conoceremos su monto.
Sus yerros están a la vista, y han
deteriorado a la población.
Y con impudicia, esos errores propios de
su hacer presidencial los reparte con una desfachatez asombrosa, a quienes
menos se lo esperan.
Todo el trabajo del presidente López
tiene como eje fundamental sus maña-neras, y ahí le preguntaron: ¿Por qué no
hay todavía suficientes medicinas y médicos para resolver el problema de la
salud pública, como lo ha venido prometiendo desde hace años?
La respuesta presidencial fue: “la culpa
de esa falla es del periódico Reforma”.
Nadie esperaba esa respuesta.
El presidente del consejo de esa
empresa, Alejandro Junco de la Vega, acaso al enterarse de esa chistosa denuncia
se rio de la puntada poco cerebral del presidente de la república; al menos así
lo reflejaron quienes escriben en el periódico referido.
Ese repartir sus propias culpas no es un
caso aislado. Ese prorrateo de sus desaciertos es su mentira favorita de todos los
días.
Los expresidentes próximo-anteriores del
ciudadano López son los culpables de sus torpezas. Brozo y Carlos Loret de Mola
son los responsables de sus graves corruptelas encubiertas. La senadora Lilly
Téllez sería la causante del desplome de las minas de los cuates del
presidente. El poder judicial federal sería el actor del vínculo del gobierno
con el crimen organizado, según el presidente López; incluso, conforme a los
datos de éste, sus hermanadas corcholatas preferidas: Claudia, Ebrard y Adán
(otro López) sufren como indignos palafreneros el error que les deriva el
tirano López para que “no se pasen de vivos”, en la comedia donde los ha
colocado.
Nuestro tirano López me recuerda a personajes
que describe Richard Julius Hermann Krebs (1905-1951), mejor conocido como Jan
Valtin, seudónimo con el que firmó sus libros. Este literato alemán, de
espíritu aventurero, fue un doble espía; sirvió a los nazis y sirvió a los
comunistas.
En
su libro ‘la noche quedó atrás’ denuncia las atrocidades de las dos
dictaduras dogmáticas y beligerantes en la segunda guerra mundial, tan
parecidas y tan polarizadas.
Jan Valtin desde 1937 trabajó como agente doble
infiltrado en la Gestapo alemana y en el Komintern soviético.
Liberarse de esos dos bandos fue, para él,
dejar la noche atrás.
La exactitud de su frase que se graba en el
título de la obra siempre me inspira un deseo, metafóricamente atractivo, pero
engañoso en la realidad: que la noche quede atrás.
Ya que en un mundo de esferas cósmicas, como el
planeta Tierra, la noche siempre precede al día, y el día siempre precede a la
noche.
Pero en el fondo del mensaje de Valtin está la
perversidad mentirosa y disparatada de los que gobiernan como líderes únicos,
sin nadie que los limite, que es el caso de nuestro tirano López.
Tirano que para estas fechas se vestirá de rey
vago, para seguir repartiendo sus innumerables culpas.
Concluida
la función maña-nera de su circo, el que sólo tiene una pista, la de él, el
tirano López descargará toda su culpa: no hice más, y el pueblo es el
responsable de ello.