LOGOS
Autócrata
zopilote
DEL
FANGO POR ÉL CREADO
Dos elementos iniciales se requieren
para formar un Estado: población y territorio.
Empero, tres cosas derivadas de la
población son indispensables para consumar el establecimiento de un Estado:
soberanía, sistema jurídico, y gobierno.
De esos cinco elementos nos quedan,
íntegros, en los Estados Unidos Mexicanos para este año 2022 los iniciales:
población y territorio.
¿Qué le ha pasado a nuestra soberanía,
la que reside esencial y originalmente en el pueblo?
Pues conforme a los artículos 39, 40,
41, 49, 50, 51, 56, 71, 80, 94, 115, 116, 135 y 136 de la Constitución federal,
hemos entregado para su ejercicio esa soberanía, al gobierno federal y a sus
tres poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), a treinta y dos gobiernos de
entidades federativas (legislativo, ejecutivo y judicial), y a 2487
ayuntamientos, incluyendo a las 16 alcaldías de la CDMX.
Todos esos poderes públicos ¿qué han
hecho con nuestra soberanía?
Al
exterior, el presidente timorato se dobla; y al interior del país, el
presidente se convierte en zopilote autócrata bravucón.
Ese
presidente ha arrebatado el ejercicio soberano al resto de las autoridades
mexicanas, pero ha habido algunas que no se lo han permitido, para bien de
México.
Así
el autócrata dragonea de heroico, pero exhibiendo sus ineptitudes, corruptelas,
traiciones, mentiras, y enfermedades graves, anatómicas y psíquicas.
México se quedó sin poder legislativo
federal, puesto que obedece ciegamente todo lo que ordena el presidente;
legislativo que nos cuesta, supuestamente, más de 16 mil millones de pesos al
año.
En la realidad ese poder legislativo
federal ya está desvanecido. O lo restablecemos con gente libre, capaz y
honorable, o el presidente López lo va a desaparecer de plano, pues ni de
tapadera le sirve.
El poder judicial federal todavía tiene
en sus magistrados y jueces profesionistas capaces y honorables, salvo
excepciones; empero, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación parece haber
un equilibrio móvil, entre los ministros que juzgan obedeciendo ciegamente al
presidente López, y los que juzgan, libremente, aplicando con responsabilidad el
derecho al caso concreto con intereses controvertidos.
Y nos cuesta el poder judicial federal,
actual y supuestamente, cerca de 74 mil millones de pesos.
Si el presidente López cooptara a todo
ese poder judicial federal, por la
fuerza o por su impotencia, estaría no desvaneciéndole, sino dando un criminal golpe
de estado.
Respecto a los gobiernos de las 32
entidades federativas, el autócrata López dispone, y le obedecen ciegamente 24
de ellas.
El 65% de los gobiernos municipales
obedecen a ojos cerrados al autócrata, aspirante a dictador.
Así, el gobierno mexicano está a punto
de quebrar económicamente, pero está desvanecido en un cloaca putrefacta,
política, educativa y moralmente.
El presidente López no tiene gabinete,
exclusivamente tiene floreros, y a sus “tres hermanos”, a quienes con el cariño
de su dedazo ha convertido en sus “corcholatas”.
Ciegas y obedientes, violando la Carta
Magna a todo lo que da su actitud lacayuna.
No olvidemos que los gobernados podemos
hacer todo aquello que no nos prohíba el derecho; mientras los servidores
público sólo pueden hacer todo aquello que expresamente el derecho les
atribuya.
Que nos diga el presidente, ¿en que
precepto constitucional se le permite al secretario de Gobernación hacer
campaña electoral, y presionar a garrote vil a los gobernadores y legislaturas
locales, para que hagan a ciegas lo que manda el autócrata?
Autócrata opresor que terminará como
zopilote, ante el fango caótico por él creado.
El presidente López ha ofendido a todos.
Esto se lo podemos perdonar. Lo que no le podemos perdonar es que se ofenda a
sí mismo.