LOGOS
Hay
solución
HONOR
A LAS FUERZAS ARMADAS
El actual presidente de México, desde
que era candidato a este honroso cargo, prometió que si triunfaba disolvería a
las fuerzas armadas.
Ya como ejecutivo federal, durante los
primeros meses en el ejercicio del poder, ratificó su decisión de regresar al ejército
y a la marina a sus cuarteles, y estudiaba, dubitativo, cómo destruir a esas instituciones
militares.
No hay duda de que esa determinación
unipersonal, y autoritaria, estaba en un posición de extremo.
Todos los ciegos lacayos de ese poder le
aplaudían a rabiar su antimilitarismo al presidente, y repetían como pericos
domesticados las supuestas razones de estar en contra de la militarización.
Ahora, en este agosto 2022, el péndulo
presidencial se colocó en el otro extremo.
El movimiento de extremo a extremo no
fue violento, ya que poco a poco fue transformándose, el presidente, de radical
civilista a fundamentalista castrense, con los matices convenencieros que le
permitió el ser jefe nato de las fuerzas armadas.
La determinación presidencial fue de
facto e inconstitucional, por entregar al ejército y a la marina muchas de las
atribuciones que corresponden legalmente al resto de las secretarías del
ejecutivo federal, en cada entidad federativa, y adjudicarles, con amplia
discreción y sin licitaciones, una enorme tajada del erario federal.
Ha estado violando el presidente la
Carta Magna que protestó cumplir (respecto a las fuerzas armadas y de forma
directa) en los artículos 5º, 13, 21, 31, 36, 76, 89 y 129; preceptos que
pretende derogar, reformar o adicionar, y de manera indirecta otros que le
estorbarían en su proyecto militarista.
Y con la ansiedad de sus ocurrentes
prisas, el presidente, sin esperar a un proceso legislativo del congreso
constituyente permanente, se adelantará el próximo 16 de septiembre para
entregar la Guardia Nacional (a la que la constitución instituye como organismo
civil) a la Secretaría de la Defensa Nacional y a la Secretaría de Marina.
En franco desprecio al sistema jurídico
mexicano, lanza la bravata el presidente: “que juzgue mi acto de autoridad la
Suprema Corte de Justicia de la Nación”.
Mientras eso acontece, el presidente,
con su política de seguridad pública, está incendiando al país.
Al tiempo que un periodista chayotero
del obradorato, cercano al ejecutivo federal y llamado Epigmenio, asegura que
“el narco y la derecha” son los causantes del caos, cuando a la vista el
presidente es responsable de todo, por su autoritarismo.
Por otra parte, si hubiese narcos con la
derecha, también habría narcos con la izquierda.
Ese es el galimatías desbarajustado al
que nos ha conducido el actual presidente; porque la vocación de éste no es
unir, sino desunir, no es sumar sino restar, no es multiplicar sino dividir, en
todo y a todos.
Así, se ha metido en callejones sin
salida, y en ellos, cada vez se atasca más.
Todos sus palafreneros bajunos que antes
le aplaudían su antimilitarismo, hoy por hoy festinan con hurras su
militarismo.
Claro que este engorroso problema tiene
solución.
Pero
se necesita que el presidente, sea quien sea, con carácter y totalmente
permeable, decida firme y con buen sentido, sobre lo que le presente un pequeño
equipo multiprofesional de mexicanos inteligentes, honrados y trabajadores, que
planeen, a corto, mediano y largo plazo, con puntualidad, valentía y lucidez,
las operaciones precisas a seguir de inmediato.
Desde luego, reconociendo y partiendo
del cochinero en que estamos.
Y al arrancar de dónde y cómo estamos,
tener por meta, entre otras cosas positivas, la desmilitarización de México, reentregando
a nuestras fuerzas armadas, con reconocimiento, dignidad y decoro, el honorable
lugar que nuestra Carta Magna les otorga.