LOGOS
Premios
y luces de colores
DESPUÉS,
A SEGUIR TRABAJANDO
Fue un honor, para mí, recibir de manos
del presidente municipal de Morelia, Alfonso Martínez Alcázar, y por
disposición del Honorable Ayuntamiento, la prestigiada Presea “Generalísimo
Morelos”. Su discurso en la ceremonia fue amable; cordial fue también, la
participación oratoria del gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla.
Agradezco a ambos sus estimulantes
conceptos.
Los múltiples mensajes posteriormente
recibidos, por mí, son alentadores, y les correspondo, a cada uno de ellos, con
gratitud.
Acepté la presea a nombre de todos (mi
esposa Rosenda, mis hijos, mis nietos, familiares, maestros, amigos, compañeros,
colaboradores, vecinos, conocidos, medios de comunicación masiva) los que
socialmente me han ayudado a forjarme, y a quienes reconozco sus valiosas
aportaciones, transformadas por el ejercicio de mi libre albedrio.
No soy perfecto, quisiera haber sido
mejor.
La ceremonia de entrega de la presea impuesta
en el 481 aniversario de la fundación de la ciudad (que primero se llamó Mechoacan,
luego Valladolid, y ahora Morelia) estuvo acompañada de diversas y variadas
festividades que comúnmente concluyen con juegos pirotécnicos.
Cohetes de polvera preparada que suben
al cielo, dejando una estela de luz, para luego explotar en el aire, desintegrándose
en la nocturnidad entre hermosos colores: azul, rojo, blanco, verde, amarillo.
Y concluida su función, caen al piso
convertidos en ceniza carbonizada y varas, desechos los carrizos.
Pero, al día siguiente, hay que barrer,
asear, recoger la basura.
Toda proporción guardada, así concluyen
las fiestas; porque la vida cotidiana sigue, y nos es indispensable trabajar.
Una de nuestras áreas urgentes es: como
terminar con la violencia y la guerra, cuando vivimos en una época en que ambas
pueden tener causas y efectos internacionales e, incluso, mundiales.
El filósofo francés Paul-Michel Foucault
(1926-1984) al respecto nos afirma: “El poder ya no es monolítico y monocípite;
es difuso, está parcelado, es una continua aglomeración y disgregación de consensos.
La guerra no enfrenta ya a dos patrias. Pone en competencia a infinitos
poderes”.
Mientras el pensador italiano Umberto Eco
(1932-2016) asevera: “La guerra acabaría cuando se alcanzara un estado de
equilibrio que consintiera el regreso a la política… Pero si la guerra se
prolongara en una dramática inestabilidad política, económica y psicológica
durante décadas venideras, no podrá sino producir una política guerreada”.
A los anteriores conceptos podríamos
agregar que los líderes poderosos que determinen la existencia de una guerra,
actualmente, deben considerar que están jugando, sin ningún derecho, no sólo
con la vida de los seres humanos, sino con la vida del planeta Tierra.
Lo de Ucrania es algo irracional que ya
rebasó los límites, y que podría desencadenar una guerra mundial atómica, en
donde no habría ni vencedores ni vencidos, sino sólo un cementerio de
proporciones inimaginables, de más de 7 mil millones de cadáveres, sin nadie
que pudiera darles una decorosa sepultura.
Requerimos, urge, que la variedad de los
poderes difusos del mundo piensen y obren con responsabilidad, y lograr, así,
obtener un equilibrio en todos los órdenes.
Con desarrollos sustentables, la
Humanidad aún tiene futuro.
La guerra no es solución de nada, sino
problema de todo, y de todos.