LOGOS
Besos
y abrazos
PEOR
QUE LOS BALAZOS
No creen las nuevas generaciones, pero
hubo un tiempo (entre los años 1930 y el 2000) que una atmósfera de paz
prevaleció en nuestro país.
Claro que hubo ciertas turbulencias
sociales en algunos tramos de ese lapso, pero no rompieron la tranquilidad
generalizada en que se vivió.
Esas perturbaciones sociales formaron
parte del procedimiento de sosiego; y fueron incidencias de cierto quiebre,
pero sobre todo de prosecución.
No
todos vivíamos en el paraíso, pero nunca vivimos los infiernos que hoy
padecemos.
La realidad actual es otra cosa.
Ahora sobrevivimos entre el temor y el
terror.
Feminicidios, asesinatos, muertes y
desapariciones forzadas, secuestros, lesiones, robos; la violencia se padecen
ahora en cantidades industriales, con un veloz y marcado ascenso, con tinte
globalizador y masivo, tan rápido como los tiempos.
Y las fuertes raíces de este mal atroz
vienen de los primeros años del siglo XXI, y se han agravado desorbitadamente
con la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.
Obvio, el origen de esa violencia no es culpa
del actual presidente; Andrés Manuel sólo es responsable de habernos mentido durante
su campaña electoral al asegurar que en llegando él, al poder, acabaría con
esta inseguridad y, también, es culpable por su ineptitud al no aplicar la
política eficaz para frenar o disminuir este devastador mal que nos atropella,
por doquier y a todos.
Añoramos aquella atmósfera de paz,
cuando salíamos las familias a comer al campo, con toda seguridad, recorríamos
a cualquier hora las carreteras sin que nadie osara violentarnos, podíamos
salir de noche a cenar o a convivir en eventos sociales, y nadie nos
importunaba, sentíamos plena tranquilidad en estar dentro de nuestro hogar,
como en un remanso seguro.
Los delitos contra la seguridad eran
ocasionales, y tenían un castigo cierto, o al menos una explicación
satisfactoria.
Hoy por hoy, si confrontáramos el número
de los delitos que se cometen, con las carpetas de investigación, observaríamos
que de cada 100 actos de ilícitos penales hay tres averiguaciones encarpetadas.
En los tiempos que vuelan, al 100% de
asesinatos achacados al crimen organizado, de inmediato, se les pone un
letrero: “crimen organizado”, y rápido se archivan, para que duerman el eterno
sueño de los justos.
La impunidad es el denominador común de
todo ese vasto mundo delictivo; y esa inmunidad se ha fincado oficialmente por
los descuidos y pésimos manejos de López Obrador.
En cifras del INEGI (órgano con
tendencia gubernativa de encubrimiento): en el sexenio de Fox hubo 60,280
asesinados; con Calderón 120,463; con Peña 156,066; y en lo que va la
administración de Andrés Manuel López Obrador (del 1 de diciembre del 2018 al 31
de marzo del 2022) ha habido 136,734 asesinados, faltándole 30 meses para
terminar su mandato, ya que lo finaliza el 30 de septiembre del 2024.
El obradorato, en esta materia de
seguridad pública, ha reprobado, y aún no concluye su mal manejo. Los besos y
los abrazos han sido peor que los balazos.
Las cifras duras hablan; empero, no se
trata sólo de cifras, sino de dolor humano, sangre, lágrimas, vidas, cegadas a
cargo de quien prometió que en su mandato se terminaría el crimen organizado y
todos los delitos respectivos.
Traición a la patria es militarizar,
así, a la seguridad pública. Por años, Amlo puso a 28 mil soldados y marinos
mexicanos al servicio del presidente Trump y de EU.
Esa verdad avergüenza a todo México.