LOGOS
Quién
es quién en mentiras
AMLO,
EL CAMPEÓN
Expresó el presidente Andrés Manuel
López Obrador que “los medios de comunicación quieren tener el monopolio de la
verdad”.
Se equivoca al generalizar; pero es
posible que algunos medios de comunicación aspiren a tener esa exclusiva.
Empero, lo que molesta a Andrés Manuel
son dos cosas: primera, que esos medios de comunicación lo critiquen; y,
segunda, que esa prensa le quite el monopolio de la verdad a él.
Resulta, entonces, encarnizada lucha por
el monopolio.
Cuando los comunicadores alaban a López
Obrador, él los califica de veraces, y les paga con dinero que proviene de
nuestros impuestos.
Si los informadores lo reprueban, Amlo
los tilda de “falsos, enemigos del pueblo, chayoteros, conservadores,
mentirosos, vendidos, traidores, apátridas, calumniadores, corruptos y
neoliberales”.
Al margen de la ley (pues no hay
precepto legal que le permita juzgar, menos aún sin dar derecho de audiencia a
quienes juzga) montó en su mañanera una sección de “quién es quién en las
mentiras de la semana”.
Su táctica ventajosa, da cuenta de su
autocracia.
El presidente maneja billones de pesos;
y frente a ese potencial económico los comunicadores son pobretones.
Para la manipulación de “tan importante
tarea” creó un equipo burocrático, el que desde su ilegalidad es una especie de
secretaría de la verdad, o una secretaría de la mentira, pagada, también, con dinero
del erario.
Mi generación, cuando éramos niños, jugamos
(entre otros divertimientos) al balero, al trompo, a las canicas, al burro
fletado, a las adivinanzas, y a ver quién decía la más grande mentira.
En uno de esos torneos infantiles de las
falsas creaciones aconteció lo siguiente: José Luis aseveró que piloteó un
avión, y llegó a la luna; Primitivo afirmó que lo atacó un león, el que abrió
terroríficas mandíbulas, pero él metió su mano dentro de aquel hocico y,
llegando hasta la cola, lo jaló de tal manera que lo volvió al revés; Salvador
dijo encontrar una cueva llena de todos los tesoro del mundo; y, Andrés Manuel
declaró que él nunca había dicho ni diría jamás una mentira.
Los niños que integramos el jurado
decidimos que el ganador, el campeón de campeones en mentir, era Andrés Manuel,
quien expuso que nunca mintió ni jamás mentiría.
Dejando atrás esos tiempos de niñez,
puestos en este 2021, tan lleno de asesinatos, inseguridad, feminicidios,
secuestros, violaciones, crucificados, destazados, muertos por covid en
cantidad similar a la mortandad que provocó la Revolución de 1910, saqueados
por los poderosos de antes y por los de ahora, empobrecidos y afectados en la
educación, escuchamos a un cínico presidente decir: yo no miento, ni he mentido
ni mentiré; añadiendo que los que mienten son los que lo critican desde los
medios de comunicación.
Vividas las anteriores circunstancias,
decido, para mí, que los periodistas mentirosos y vendidos dañan a sus lectores
o a sus escuchas o a sus espectadores; pero un presidente mentiroso perjudica a
todos y a cada uno de los mexicanos.
Además, conozco a muchos periodistas,
comunicadores de revistas, periódicos, radio, televisión, que son honestos y de
excelente nivel profesional; lo que no puedo afirmar, lamentablemente, de
Andrés Manuel López Obrador, a quien el meticuloso y sorprendido director general
de SPIN, Luis Estrada, le lleva contabilizadas más 56,181 mentiras en lo que va
de su administración desastrosa.
Hace años leí el documentado libro de
Sara Sefchovich, País de mentiras. El epílogo de la obra es tentador y
lapidario: “La única verdad es la mentira”.
En mi caso, creo en la existencia de la
verdad, contrapuesta a la mentira, pues veo los extraordinarios resultados de
la ciencia y del humanismo; sin embargo, sé que hay muchas mentiras, de
múltiples gamas.
Concluyo obsequiando al presidente Amlo,
campeón de campeones en el mentir, una sentencia: en boca del mentiroso, lo
cierto se hace dudoso.