LOGOS
DEBIERON SU MUERTE A UNO SOLO
“Un médico ignorante es el auxiliar de
campo, más eficaz, de la muerte”.
“El médico que sólo sabe de medicina, ni
siquiera de medicina sabe”.
“La medicina es un conocimiento,
práctico y teórico, que debe estar ajeno y separado de los poderosos”.
Los tres juicios anteriores forman parte
de dos libros: El canon de la medicina y el Libro de las curaciones; obras,
éstas, de un persa musulmán con un larguísimo nombre, Abu Alí Al-Husayn Ibn Abd
Allah Ib Sina, pero a quien en occidente se le conoce como Avicena (980-1037 de
nuestra era).
Transcribí las expresiones de ese
médico, filósofo, biólogo, literato, enciclopedista, por el respeto y la
admiración que tengo para todos los trabajadores de la salud en México.
Avicena hace mil años encabezó la lucha
contra la peste en Ispahán, siendo él un sabio destacado en la madraza de esa
ciudad, situada en el centro del actual territorio de Irán.
Nuestro planeta en aquellos ayeres tenía
muchos pequeños mundos tan distantes, como ajenos.
Hoy, la Tierra se ha globalizado,
convirtiéndose en una enorme aldea metropolizada, en donde un virus (en el año
2020) cubrió en pocas semanas a toda esta pelota de lodo que gira al derredor
del Sol, obligando a los humanos, agresivamente, a hacer cambios inesperados y
desesperados.
Ningún jefe de estado ni jefe de
gobierno es responsable de la aparición de ese coronavirus. Diría Avicena que
son cosas naturales o “ajenas a la voluntad humana”.
Pero, nos explicaría que también hay
cosas culturales, “que dependen de la voluntad humana”, como la del presidente
mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien es responsable, conforme a sus
atribuciones constitucionales, de la política de salud pública del país.
Y AMLO se ha portado, frente a esta
pandemia, con una irresponsabilidad criminal continuada, al asegurar que ese
virus es cosa de los conservadores; que sólo les pegaría a los ricos; que, con
estampitas, un billete de dos dólares y su detente al maligno, no nos haría
nada; que ese virus nos cayó en México como anillo al dedo; diciendo, además: “yo
me podré el cubrebocas cuando deje de haber corrupción”, descalificando esa
medida preventiva.
Y, ahora, sigue con la pésima política
de salud en la compra, transportación, distribución y aplicación, de las
vacunas contra el covid-19.
Todo en esos actos y omisiones
presidenciales es contradictorio, confuso, enredoso, ilógico y absurdo. Eso ha
causado, oficialmente, cerca de 130 mil muertos en nuestro país, pero en la
contabilidad de organismos internacionales de salud nos contabilizan cerca de
275 mil fallecidos.
“Nada es obligatorio”, se atreve a decir
el autócrata AMLO; empero, cuando se pone la careta de anarquista afirma: “la
libertad está por encima de todo”.
Así que a nadie se le obligará a
vacunarse.
Será que Andrés Manuel sabe que no hay
dinero ni forma de vacunar a 130 millones de mexicanos, o quiere seguir extinguiendo
a centenares de miles de compatriotas.
Un sabio poeta mexicano, gran secretario
de Educación Pública (como Justo Sierra y José Vasconcelos) de nombre Jaime
Torres Bodet nos dijo: “El orden sin libertad es dictadura; la libertad sin
orden, anarquía”.
La oscilante política del presidente
López Obrador, en su superficialidad, pendula por acercamientos entre la
dictadura y la anarquía.
Con sus omisiones y sus haceres,
podríamos parodiar la vivaz frase del Premio Nobel de Literatura 1953 Winston
Churchill (1874-1965): Nunca, tantos, debieron su muerte a un solo presidente,
a Andrés Manuel López Obrador.