LOGOS
Mentiras
de AMLO
EL
COMAL LE DIJO A LA OLLA
El 18 de 0ctubre del 2019 el presidente
Andrés Manuel López Obrador dijo con claridad: “La decisión de liberar a Ovidio
Guzmán fue tomada por el gabinete de seguridad, y yo la respaldo”.
Ocho meses después, el 19 de junio del
2020 el mismo presidente AMLO asegura con precisión: “Yo ordené que se
detuviera ese operativo y que se dejara en libertad al presunto delincuente”
(Ovidio Guzmán).
¿Mintió AMLO un día después de ese
desastroso operativo militar?; o ¿está mintiendo ahora, en este mes y año que
transcurre?
Y a quién miente en hechos trascendentes,
suele decírsele mentiroso; más, si no es la única vez, ya que éste es uno de
los constantes casos.
Consideren que la primera versión del
presidente motivó que la adoptaran, como suya, todos los miembros del gabinete
de seguridad, incluso, algunos, tal repitieron bajo protesta de decir verdad
ante las cámaras del poder legislativo federal, por lo que puede sancionárseles.
Dejo ese tema de las mentiras y los
mentirosos, para pasar al análisis del caso de José Manuel Torres Morales (un
comediante mexicano tuitero, mejor conocido como Chumel Torres, con más de dos
millones de seguidores en uno de sus programas), y el presidente Andrés Manuel
López Obrador, su esposa Beatriz Gutiérrez Müller y su menor hijo.
Chumel en su transmisión del 22 de julio
del 2019, entre todas las informaciones, groserías, ocurrencias, comentarios,
chistes, enredos, críticas políticas y burlescas al presidente y a la sagrada
familia presidencial, le puso un apodo al infante Jesús Ernesto.
Encajarle ese mote a un párvulo por
parte de un sujeto de 38 años en su visitado medio, independientemente de la
familia del niño, es un error. Qué bueno que Chumel pidió disculpas al chico a
través de quienes ejercen, sobre él, la patria potestad.
Partamos de que, por un hijo, comúnmente
todos hacemos hasta lo indecible.
Pero, por qué hasta ahora hubo el
reclamo de la mamá al comediante, cuando a Chumel lo invitaron a ser expositor
en un evento organizado por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación
(CONAPRED); y cuando el hecho de poner sobrenombre al infante fue hace casi un
año.
¿Por qué los padres reaccionaron
públicamente hasta ahora?; y, además, equivocándose en lo siguiente: muy pocos
mexicanos sabían y/o recordaban el alias insertado al delfín, pero ahora lo
saben y lo recordará (por el escándalo imprudente suscitado a rango
presidencial) la mayoría de los mexicanos, y millones de extranjeros.
Lo siento por el niño, víctima de la guasa
de un chistólogo adulto; pero esa chanza no actualiza los componentes del
racismo, o de la discriminación. Acaso pudiese tipificarse como bullying, si no
estuviese este término inglés limitado a ser una burla escolar.
El objetivo de Chumel, seguramente, era
la crítica a la pareja presidencial, y no al hijo de ésta; y, en cambio, el
presidente López Obrador, de lengua lenta y entre cortada, pero suelta, dice
peores cosas que Chumel a grado de injuria, amenaza, difamación; juzgando prejuiciosamente
sin el debido proceso. Sin dar derecho a audiencia ha puesto motes a
expresidentes, se burla a espaldas de muchos, grosero y sarcástico ha agraviado
a demasiados mexicanos.
Ha sido AMLO peor que Chumel; así que “el comal
le dice a la olla”.
El cómico analizando la vida política está en
lo suyo, y en cambio un presidente que se respete a sí mismo y a la investidura
presidencial no le queda ser guasón ni chusco, en algo tan importante como es
el fenómeno político.
Observemos cómo una cadena de equívocos ha
llegado a afectar instituciones y a personas ajenas a Chumel, AMLO y su familia;
y el primero ya padece la represión presidencial.
Unos sufren la celebridad del histrión
profesional; pero a la mayoría de los mexicanos nos daña la proclividad al estrago
del señor presidente AMLO; salvo que sea cierto lo que ha confesado
recientemente López Obrador: “Órdenes de Beatriz son mis deseos”.