LOGOS
Sablazos presidenciales
Y ATOLE CON EL DEDO
Andrés
Manuel López Obrador pasará a la historia local por muy diversas razones; una
de ellas, la de haber hecho cosas descabelladas que raspan en lo ilícito, pero
como él ha logrado el poder absoluto, tiene, por lo pronto, excluyente de
responsabilidad en todo.
El
registro histórico de su conducta es nacional, ya que fuera de nuestro país
pocos lo conocen, incluyendo a los precandidatos a la presidencia de los
Estados Unidos de América, quienes, a expresa pregunta, no han sabido ni
siquiera su nombre, y en naciones iberoamericanas se le observa,
lamentablemente, como un pícaro rústico,
locuaz y taimado.
Si
alguno de los presidentes de México de este siglo XXI (Fox, Calderón y Peña)
hubiera tenido la discutible conducta de AMLO en el caso del hijo del Chapo, respecto
a su aprehensión en Culiacán por parte de las fuerzas armadas, la mayoría de
los mexicanos lo hubiésemos reprobado, en cambio los lambiscones de López
Obrador, sociedad anónima de capital variable, le siguen aplaudiendo su torpeza
con notoria complicidad.
Varios
antecesores de AMLO invitaron a los ricachones de nuestro país a algún convite,
y les pasaron la charola para darles la oportunidad de que manifestaran su
generosidad con alguna “honesta” causa.
Persiste
la simpatía de la llamada iniciativa privada para estas colectas oficiales, siempre
y cuando el presidente de la república las encabece, y tome nota de la pía intención
de estas buenas personas.
AMLO
(quien ha resultado un contumaz vendedor de los bienes públicos, en almonedas o
en rifas, y un gran comprador de trato directo sin licitación alguna, por el
único motivo antijurídico de que él dice ser “honesto”) ha puesto en marcha la esperada
rifa del popular avión presidencial.
Se
sortea esa aeronave, pero el premio nunca será ese avión; éste seguirá siendo
propiedad federal, y ha dejado de ser, por ese simplísimo hecho, “avión lujoso,
indigno de la 4T, caro, conservador, ostentoso y neoliberal”.
A los
ingenuos o forzados compradores de los cachitos de esos billetes,
exclusivamente les tocarán premios en pesos mexicanos, equivalentes a cualquier
rifa de la lotería nacional.
Pero
para asegurar una recaudación grandiosa AMLO invitó a los adinerados (a quienes,
ayer, condenó como “conservadores y neoliberales”) a una cena a su casita, hoy
ex palacio nacional, en donde les dio tamales y atole (sin que se tome como
albur), ya que lo fuerte del menú consistió en una carta promesa de compra de
más del 50% de los cachitos de esa rifa atolondrada.
Y de
inmediato, como siempre lo han hecho los multimillonarios mexicanos, aseguraron
la compra, calificando ese vulgar sablazo presidencial como una gran
oportunidad de “seguir sirviendo a México”.
Así, se
repite la típica movilidad económica monetaria a lo mexicano, el presidente
“honestamente” les roba a los ricos su “honesto” dinero, para invertir parte de
ese “dinero honesto” a favor de los pobres, quienes siguen siendo la fuente,
directa y “honesta”, de donde los ricos obtienen sus fortunas “honradísimas”.
Ante
ilícitos descabellados, ¡viva México!