LOGOS
Sucesión presidencial
O TURBA DE LOCOS
Enrique
Peña Nieto empieza a entender lo que significa ser Presidente de México en esta
época, a poco más de un año para que concluya su mandato presidencial, pero en
los inicios de su soledad política.
Qué gran ventaja hubiésemos
tenido los mexicanos si, él, hubiese logrado esta información, experiencia y
formación, desde el 2012 y, claro,
siempre y cuando ese aprendizaje lo hubiese aplicado para el desarrollo del
pueblo que representa.
Con gran naturalidad, y
atrevimiento político y ético, (y algunos agregarían cinismo) Peña Nieto afirmó
recientemente: “…los priístas tenemos nuestra propia cultura, nuestra propia
liturgia. Hay quienes nos estigmatizan porque somos diferentes, porque no
hacemos elecciones primarias… o ejercicios que otros partidos hacen… nos
sincronizamos el partido y el presidente… no sé quién lee la mente a quién, si
el partido al presidente o el presidente al partido, pero coincidimos.”
Ya aprendió que cada quien
tiene su manera de matar las pulgas; lección antiquísima, de los tiempos en que
aparecieron las pulgas y empezaron a matarlas.
Y si el Presidente de
México, como priísta, decreta que el PRI y él se leen la mente y siempre
concuerdan, siendo el partido una persona moral y el presidente una persona
física, ¿corresponderá de alguna manera esta comprometida confesión, de vínculo
psíquico, a lo que establecen los documentos básicos de ese partido político
tricolor?
De esa explicación presidencial
se deriva una semejanza estructural entre MORENA y el PRI, ya que algo análogo
ocurre entre Andrés Manuel López Obrador y su partido: se leen la mente ambos,
a grado tal que, ahí, sí se sabe quién manda, puesto que los dos están
fusionados al 100%
Respecto a los partidos
políticos chiquitos en donde manda sólo uno, o dispone una sola familia, en
estos pequeños casos, curiosamente, el líder personalizado y el partido también
se leen la mente y armonizan a cabalidad.
A su vez, el PAN y el PRD
aspiran y están muy próximos a tener similar organización, solos, o en su
endeble y promiscuo enlace.
Empero, si esa patología
autoritaria se observa en todos los partidos políticos de México, en los cerca
de 90 aspirantes sin partido a la presidencia se advierte nula independencia, y
mucho individualismo vanidoso y arbitrario concordante con organizaciones de
dudosa naturaleza.
Con esas mentes concordantes se torna cómica
la política mexicana actual; pero puede derivar en trágica.
Si con toda la experiencia que
ha obtenido el Presidente Enrique Peña Nieto, se equivoca en el candidato que
anida en su mente, se llevará una sorpresa desagradable.
A Peña Nieto se le nota
cansado, y para que su mente decida bien y concuerde con millones de mexicanos
debe estar sosegado, con una responsable serenidad de mexicano.
Esperemos que esa
corrupción, que él con impreciso propósito minimiza con fallas de semáforos, no
haga de la sucesión presidencial una turba de locos.