LOGOS
Equívocos del
Presidente
¡CUIDARLO!; PARA
REDUCIR SUS ERRORES
Todos debemos cuidar al Presidente de
México para que no cometa equívocos, sobre todo cuando nos resulta alguien
proclive al error.
Ningún país tiene jefe de Estado
perfecto; la naturaleza humana no da para tanto.
En estos tiempos, ya con que no resulte
asesino, ratero, inútil, mentiroso, mafioso, delincuente, tonto, o flojo,
estamos tranquilos.
El Presidente Enrique Peña Nieto, por ejemplo,
ha tenido cosas malas, medianas, y también buenas. Obvio, las cosas buenas
también cuentan, pero se observan más las pésimas; mientras, las mediocres
causan hilaridad, aunque el mexicano suele bromear con todas.
El panista Ricardo Anaya y sus falanges,
junto con el diezmado pelotón de la perredista Alejandra Barrales, y otros que
se aliaron, logran que el Presidente Peña Nieto no cometa el desliz de hacer
fiscal general a Raúl Cervantes Andrade, actual titular de la PGR; y no por
falta de capacidad jurídica de éste, sino por el plan avieso a la vista.
El vengativo empeño de Anaya fue
colérico y visceral, en respuesta a que el ejecutivo federal, a trasmano, lo
haya exhibido como rico vividor de la política; pero este motivo malsano tuvo
un aceptable logro.
A lo anterior se sumó la desesperación
de un perredismo inicialmente cooptado por la administración de Enrique Peña, y
vaciado de militantes por la esperanzadora oposición de López Obrador, pero personalizado
por una Barrales exhibida públicamente a la vez por las sombras del poder. Así,
también esta perniciosa actitud de una izquierda desteñida, sumada al panismo,
auxilió para poner un freno al dislate presidencial sobre la fiscalía general.
¡He aquí la dialéctica en política! Los
ataques siniestros del gobierno originan reprochables conductas individuales e
iracundas de Barrales y Anaya, las que se convierten en acciones colectivas
eficaces para aquietar las pifias del presidente.
Para nuestro sistema político sería
mejor que las limitaciones al poder del presidente partieran de los poderes
legislativo y judicial de la federación, con base en la correcta aplicación de
nuestra Carta Magna.
Como sería muy conveniente que los
priístas del país tuvieran la cortesía de escuchar, con altura de miras, la
opinión del Presidente Peña sobre su preferencia a la candidatura presidencial
para, después, con sujeción a sus documentos básicos decidir, toda esa
militancia, responsable y libremente a su candidato.
Eso, para que el priísmo nacional no sea
humillado, al aceptar dócilmente a prospectos que el gobierno de Trump ve con
agrado a través de la cancillería mexicana, la que sumisa sigue confesando no
saber, pero estar aprendiendo al lado de un amo de lengua inglesa desalmada.
No puede olvidarse que una de las
grandes responsabilidades de todo priísta es la de cuidar al presidente;
obligación que también corresponde a todos los mexicanos: protegerlo de sí
mismo, para que no siga cometiendo despropósitos.