LOGOS
Se acaba la
corrupción
O SE ACABA EL
GOBIERNO
El general Rangel decía hace años, en
una conversación informal de sobremesa: “Comparados con la corrupción
gubernativa de ahora, los de mi tiempo eran tímidos raterillos”.
Pero la deshonestidad es corrupción
independientemente de su cuantía, se argumentó en respuesta a tal aseveración.
Contestando el general que los montos de
apropiaciones ilícitas tenían que ser considerados, pues no sólo agravaban el
daño al erario, sino que en los comparativos sexenales hacían olvidar la
corrupción de administraciones pasadas.
Y eso vale la pena considerarlo en toda
la amplitud de sus efectos, ya que cada administración sexenal apuesta a que se
olvidarán sus corruptelas, pues los que vienen después empujando y presumiendo
de honestos serán, sin lugar a duda, más rateros que los anteriores.
Sin desconocer que en todo país la
podredumbre comienza, como en los pescados, por y en la cabeza. Esta analogía
no es metáfora, sino es un símil de realidad comprobada.
Así que la corrupción se inicia en el
gobierno y por el gobierno, y esto ha provocado históricamente que no pocos
pensadores hayan desembocado en el anarquismo, algunos de destacado talento,
como Pedro José Proudhon (1809-1865), de quien Carlos Marx (1818-1883), como su
juez póstumo escribió: “era creador de paradojas brillantes, inesperadas,
escandalosas y espectaculares, pero contradictorias”.
Proudhon proponía desaparecer al
gobierno, como forma de acabar con la corrupción, generada por la explotación
del hombre por el hombre. Y en lugar del gobierno clásico y común, entregar el
ejercicio del poder “a una sociedad viva, movida por la gente que trabaja,
organizada en forma mutualista y con atribuciones normativas de autogestión”.
Recientemente la Cámara Internacional de
Comercio y la Comisión Nacional de Derechos Humanos dieron a conocer que
“México se encuentra entre los 20 países con servidores públicos más
corruptos”; pero lo más grave es que todas las leyes anticorrupción que el
propio gobierno aprueba, a través de sus órganos y procedimientos legislativos,
sirven menos que la famosa “carabina de Ambrosio”.
Ya que si se aplican es para perseguir a
sus enemigos, que es una manera grave de corrupción, exceptuándose ellos en el
cumplimiento de tales normas. Obsérvese, como un preciso ejemplo, los
aguinaldos millonarios que se otorgan, frente a un pueblo en miseria, los
encumbrados funcionarios públicos de los tres poderes federales y estatales, y
sus distinguidos funcionarios municipales, violando, casi todos ellos, lo
ordenado por los artículos 13 y 127 de nuestra Carta Magna, al gozar de
emolumentos que no son compensación a servicios públicos y estén fijados
previamente por una ley, anual, equitativa, pública, la que no excederá la
mitad de la establecida para el Presidente de la República ni igual o mayor a
la de su superior jerárquico.
Apliquemos esos preceptos
constitucionales, y una Feliz Navidad para todos.