LOGOS
Desconocer los
tratados
FABRICA DE
DICTADORES
En la euforia de la globalización, en
los últimos años del siglo XX, los países poderosos del mundo impusieron la
idea de que los tratados eran normas jurídicas superiores a las constituciones
de cada nación.
Los jóvenes juristas mexicanos venidos
de estudiar postgrados en el extranjero levantaron como banderas vanguardistas,
con ingenuo y peligroso orgullo, que el artículo 133 de nuestra Carta Magna era
obsoleto, y que debía ser reformado para dar mayor jerarquía a los tratados,
sobre nuestra vieja y multiparchada constitución.
Hoy, cuando está a punto de ser
Presidente Donald Trump del imperio más poderoso de la Tierra, observamos en el
laboratorio de la realidad la inoportunidad torpe de ese internacionalismo
maliciosamente ventajoso.
Tanto quienes fabricaron al Trump
candidato triunfante, como sus seguidores multitudinarios, pretenden desconocer
todos los tratados que no satisfagan su devoradora compulsión a la ganancia
desmedida.
Revelan las actitudes de Trump y Company
un nacional socialismo de rubio copete: sólo los blancos, hombres, ricos, de su
dogma económico, son los únicos capaces de ayudar a la población mundial de
baja estofa llena de malos hábitos, hambre, mugre y delitos.
El nazifascismo es una palabra acuñada
en la primera mitad del siglo XX, pero su contenido conceptual se viene
arrastrando en desarrollo a través de la historia del Hombre; y esa forma de
organización requiere siempre de la fuerza violenta de un dictador, y de una
conjugación de causas que la motiven.
Benito Mussolini (1883-1945) en Italia,
y Adolfo Hitler (1889-1945) en Alemania, personificaron a ese nacional
socialismo que, opuesto al socialismo del proletariado soviético y al
capitalismo americano, provocó la dramática y sangrienta Segunda Guerra
Mundial.
El ser humano como especie y como
individuo parece no aprender de su pasado, y tropieza con la misma piedra, o
con otra parecida a la anterior. La llegada al poder de Trump nos encamina como
Humanidad a un análogo traspié.
Entre todos, unos de una forma y otros
de otra, estamos fabricando a un futuro dictador demasiado irascible y
pendenciero. Si no se da una sólida unión entre las fuerzas estadunidenses
opuestas al naciente e inédito nazifascismo, made in USA, con las
organizaciones internacionales y los gobiernos de todos los países, apoyados
por sus pueblos, va a provocarse una guerra catastrófica y final.
Más nos vale a todos que el gobierno de
Trump se convierta en una comedia innocua, que en una inicua tragedia. Y está a
tiempo la Humanidad de prevenir, para después no lamentar.
Quien siembra xenofobia, expulsión,
odio, persecución, discriminación, imposición, choque, violencia, en pleno
siglo XXI, se parece más a Mussolini y a Hitler que a George Washington
(1732-1799) o a Abraham Lincoln (1809-1865); además de que cosechará
desesperaciones borrascosas, y fuerzas mórbidas animadas por el espíritu de la
venganza.