lunes, 21 de noviembre de 2016

LOGOS
Desconocer los tratados
FABRICA DE DICTADORES 
        En la euforia de la globalización, en los últimos años del siglo XX, los países poderosos del mundo impusieron la idea de que los tratados eran normas jurídicas superiores a las constituciones de cada nación.
        Los jóvenes juristas mexicanos venidos de estudiar postgrados en el extranjero levantaron como banderas vanguardistas, con ingenuo y peligroso orgullo, que el artículo 133 de nuestra Carta Magna era obsoleto, y que debía ser reformado para dar mayor jerarquía a los tratados, sobre nuestra vieja y multiparchada constitución.
        Hoy, cuando está a punto de ser Presidente Donald Trump del imperio más poderoso de la Tierra, observamos en el laboratorio de la realidad la inoportunidad torpe de ese internacionalismo maliciosamente ventajoso.
        Tanto quienes fabricaron al Trump candidato triunfante, como sus seguidores multitudinarios, pretenden desconocer todos los tratados que no satisfagan su devoradora compulsión a la ganancia desmedida.
        Revelan las actitudes de Trump y Company un nacional socialismo de rubio copete: sólo los blancos, hombres, ricos, de su dogma económico, son los únicos capaces de ayudar a la población mundial de baja estofa llena de malos hábitos, hambre, mugre y delitos.
        El nazifascismo es una palabra acuñada en la primera mitad del siglo XX, pero su contenido conceptual se viene arrastrando en desarrollo a través de la historia del Hombre; y esa forma de organización requiere siempre de la fuerza violenta de un dictador, y de una conjugación de causas que la motiven.
        Benito Mussolini (1883-1945) en Italia, y Adolfo Hitler (1889-1945) en Alemania, personificaron a ese nacional socialismo que, opuesto al socialismo del proletariado soviético y al capitalismo americano, provocó la dramática y sangrienta Segunda Guerra Mundial.
        El ser humano como especie y como individuo parece no aprender de su pasado, y tropieza con la misma piedra, o con otra parecida a la anterior. La llegada al poder de Trump nos encamina como Humanidad a un análogo traspié.
        Entre todos, unos de una forma y otros de otra, estamos fabricando a un futuro dictador demasiado irascible y pendenciero. Si no se da una sólida unión entre las fuerzas estadunidenses opuestas al naciente e inédito nazifascismo, made in USA, con las organizaciones internacionales y los gobiernos de todos los países, apoyados por sus pueblos, va a provocarse una guerra catastrófica y final.
        Más nos vale a todos que el gobierno de Trump se convierta en una comedia innocua, que en una inicua tragedia. Y está a tiempo la Humanidad de prevenir, para después no lamentar.
        Quien siembra xenofobia, expulsión, odio, persecución, discriminación, imposición, choque, violencia, en pleno siglo XXI, se parece más a Mussolini y a Hitler que a George Washington (1732-1799) o a Abraham Lincoln (1809-1865); además de que cosechará desesperaciones borrascosas, y fuerzas mórbidas animadas por el espíritu de la venganza.