LOGOS
6º Informe presidencial
DE FÓSIL A PRESIDENTE
En todo
informe, como en todo examen, el informante como el examinado se sitúan en un
nivel más bajo respecto a sus examinadores.
Este domingo
primero de septiembre del año 2024, el 6º informe presidencial a cargo de
Andrés Manuel López Obrador no fue así; fue a la inversa. El informante se auto
situó en un tablado de cerca de 200 metros de superficie, por 2 metros de alto,
en relación a sus escuchas.
Los oyentes
presenciales de ese 6º informe, en número aproximado de 50 mil, fueron 3 mil
invitados y 47 mil acarreados de diversas partes del país; todos, sí,
disciplinados y comprometidos hasta la degradación.
El deber del
presidente de la república es informar, cada año, al congreso de la unión en el
recinto de ese poder legislativo; empero, ahora, ese poder subsiste
formalmente, pero en la realidad se ha convertido en un pelele del presidente.
Por ello, el
6º informe se llevó a cabo por fuera de palacio nacional, sede del poder
ejecutivo, utilizando la plancha del zócalo capitalino, al que matemáticamente
no le caben más que 80 mil personas, incluyendo sus calles perimetrales, a
riesgo de que se ahoguen, cuando son tres por metro cuadrado estando en masa
multitudinaria.
Así que el
presidente subió él, solo, exclusivamente él a ese templete forrado con los
colores patrios, y por encima de los asistentes comprometidos con el presidente
informador.
Revueltos
entre los espectadores estaban, rebajados, los que cobran como legisladores
federales a modo, con una paga que no desquitan.
Más de tres
horas duró el monólogo presidencial, y lo que dijo no fue un informe, sino una
proclama de las maravillas de sus “otros datos”, los que nadie ha visto, porque
son sus íntimos instrumentos para fabricar mentiras al por mayor, con un
descaro inaudito.
En estricto
sentido no hubo ninguna novedad; fue una cómoda síntesis de sus 1418 mañaneras,
con el fodongo, casero y desparpajado, lenguaje que suele utilizar.
Debemos
reconocerle que en su retórica sabe interactuar con la multitud: “¿Verdad que
quieren que los jueces sean elegidos directamente por el pueblo?”
Pero para
asegurar la respuesta masiva que se desea, de manera previa los monigotes
adiestrados promueven el retumbante “Sííííí…”
“¿Ya se cansaron?”, le pregunta el presidente López a la
masa humana presente.
Y también, para
no correr riesgos, ya están preparados algunos paleros para provocar que se
conteste coreando un rotundo “Nooooo…”
Entonces vuelve a la carga el presidente informador.
“¡Me dan permiso para seguir hablando unas horas más!”; y
otra vez los preparados gritos: “Sííííí…”
Horas más
tarde, la secretaria de gobernación se presenta a la sesión de apertura del
congreso federal para hacer entrega de los documentos correspondientes a ese 6º
informe, toma el micrófono, sin más, como si estuviera en su casa, y lanza una
arenga partidista electorera, y se sale muy oronda.
Observando la
gran mañanera informativa, escuchando el monólogo trillado del presidente
López, recordé el innumerable anecdotario nacional, tan lleno de pícaros; y Andrés
Manuel es uno de ellos.
Pienso, por
ende, que en México no hay imposibles.
¿Cómo un
porrista fósil de la UNAM, que fue reprobado en tantas materias básicas durante
14 años, está ahora a punto de terminar su mandato, formal, como presidente de
la república?, dejando caóticos destrozos en el país.
José Joaquín
Fernández de Lizardi, el Pensador Mexicano (1776-1827), paseó por doquier al
Periquillo Sarniento, a ese mocetón mordaz de tan simpáticas audacias, pero no
se le ocurrió darle el cargo y el poder de virrey en aquella Nueva España de
1816, a ese pícaro.
En cambio, la
tragicomedia mexicana del siglo XXI ya configuró, en perjuicio de los
habitantes de nuestro país, a un nuevo pícaro.
¡Vaya costo!