LOGOS
RUMBO A
LA DEA
El actual
presidente de México es todo un personaje. Se ha convertido en un prototipo de
mágico surrealismo macuspano.
Su pensar,
su decir y su hacer desafían a la lógica y a la realidad; obvio, lo estoy
calificando en forma literaria.
Lo
describiré, también, con riguroso realismo.
Nuestro presidente es un redomado mentiroso que, bajo una
superficial apariencia de líder popular y honrado, ha sabido vivir, como
millonario, en una estructura subyacente tan corrupta como eficaz.
Aseguró
Amlo: “Siempre he hecho de mi vida pública una línea recta. Tengo tres
principios, que me guían: No mentir, no robar, no traicionar al pueblo. Y así
voy a continuar, por el resto de mi vida hasta que muera.”
Y hasta el
momento de escribir estas líneas, el presidente López no ha muerto; deseándole,
por mi parte, que sobreviva a su mandato presidencial, para el efecto de que
responda jurisdiccionalmente a sus incumplimientos.
A la observación
de todos, la vida pública de López ha sido una línea quebrada, chueca,
retorcida, a veces hecha a saltos, y con direcciones turbias.
El presidente, en su ejercicio, lleva dichas más de 125
mil mentiras, según la contabilidad de Luis Estrada.
Las
corruptelas del presidente (o sus robos) siempre han sido a trasmano; él, nunca
mancha sus dedos con ese dinero sucio, y López tiene sus bolsillos vacíos de
dinero mal habido.
Las manos de otros, sacrificadas y lacayunas, realizan esas
corrupciones; y los productos de estos ilícitos los poseen esos mandaderos, en
espera de lo que su amo ordene.
Por ello, las manos y las bolsas del presidente están
vacías; empero, su conciencia se encuentra asquerosamente sucia.
Las traiciones al pueblo son un denominador común en su
ejercicio presidencial. Él mismo confesó: “Decir que se ayuda a los pobres es
parte de una estrategia política; así los indigentes respaldan a la cuarta
transformación”.
En noviembre del 2020, declaró el presidente López:
“Decidí, para no anegar a la gente rica de Villahermosa, Tabasco, inundar a los
más pobres, a la gente indígena”.
De las 100 promesas que hizo el presidente López, sólo le
faltan cumplir tres: No mentir, no robar, y no traicionar al pueblo; y en menos
de ocho meses deja la presidencia
Para colmo y vergüenza de todos los mexicanos, ahora
resulta que desde los Estados Unidos de América, Tim Golden, quien fuera
escritor de The New York Times, ganador dos veces del Premio Pulitzer, incriminó
a nuestro actual presidente como receptor de dinero de narco en el 2006, a
través del famosísimo chofer de Amlo, conocido como Nico, quien de pobre se ha
convertido en millonario, en compañía de su familia, según datos publicados
recientemente.
Ésa, es otra operación a trasmano, estilo del obradorato.
La escritora Anabel Hernández también enfoca sus baterías
al caso, afirmando que López Obrador “conocía el origen ilícito de esos
millones de dólares que le envió el grupo narcotraficante” más cercano a sus
abrazos, a su corazón y a sus intereses.
Y el acabose, el presidente López recién afirmó: “Anabel
Hernández es una mujer que ha hecho trabajos de investigación de primer orden,
profesional en el periodismo, valiente, excepcional“.
A esa conciencia putrefactamente sucia, el engrudo se le
está haciendo bolas.
Nadie, más que él, construyó su futuro hacia la DEA.