LOGOS
¿Qué hacer?
ANTE DESMADRE A LA MEXICANA
Vladímir Ilich Uliánov (1870-1924), ruso, mejor conocido
como Lenin, fue el indiscutible líder bolchevique de la Revolución de Octubre
en 1917.
Lenin, como estratega, usó magistralmente la coyuntura
histórica de la Primera Guerra Mundial para conducir, a una Rusia feudal, hacia
un socialismo o dictadura del proletariado, saltándose la etapa histórica del
capitalismo, y a contracorriente de lo considerado por sus guías Carlos Marx
(1818-1883) y Federico Engels (1820-1895).
La visión de Marx y Engels era que al socialismo o
dictadura del proletariado se llegaba por la vía del desarrollo, y no por el
camino del subdesarrollo; para estos destacados pensadores, los países
desarrollados iban a ser los primeros en llegar a ese socialismo: Alemania,
Francia, Inglaterra, EU.
Ese llamativo logro forzado de Lenin, acaso sea una de
las múltiples causas del desmoronamiento interno de la URSS, en 1991. Tarde,
pero los errores se pagan.
Independientemente de lo antes expresado, Lenin, en su
obra “¿Qué hacer?”, estudia los problemas candentes de Rusia desde 1902, y los
conflictos dialécticos internos de los movimientos.
Y después de tener lo más claro posible el panorama, se
planteó: “¿Por dónde comenzamos?”
Ciertas esencias de lo anterior debemos retomarlas para
el México 2024, sin transpolar dogmáticamente circunstancias ajenas en tiempo y
en espacio.
Iniciemos con un diagnóstico veraz de lo que vive nuestro
país, ahora, y su aleatorio desarrollo en estos primeros cinco meses del año
que transcurre.
Lo primero que se detecta en México es que hay un
desorden generalizado en todo: un presidente que nada tiene de presidente;
legisladores que obedecen al autócrata; el tirano tratando de acabar con el
Poder Judicial Federal; gobernadores achichincles del dictadorzuelo; crimen
organizado como parte del gobierno; fuerzas armadas en negociosos
enriquecedores; el proceso educativo a la deriva; multimillonarios gastos
electorales fuera de la Constitución y de la ley, por el capricho de un sujeto
inestable y con poder; colapsado el servicio a la salud pública; millones de
muertos y desaparecidos que por decisión oficial los vuelven a desaparecer; y
una multitud de etcéteras.
La primera obligación del estado moderno es dar seguridad
pública a todos, y a cada uno de sus gobernados. Con esto incumple el gobierno mexicano,
llevándonos a una anarquía desastrosa.
Agreguemos que el poder público, al concentrarse en las
manos de un solo hombre (Andrés Manuel López Obrador) se ha convertido en poder
privado.
Sumemos a ello que su políticas en esta materia es “dar
abrazos y no balazos” al crimen organizado; es el acusar a los criminales con
su respectiva mamacita, para que se porten bien; y, consiste, en distraer a las
fuerzas armadas de la seguridad pública, encargándoles negocios lucrativos y
atrayentes.
A ese desmadre en seguridad pública, se suman los
desórdenes en economía. Al cuarto para las doce quiere demagógicamente reformar
la constitución para que los salarios suban por encima del nivel inflacionario;
siendo éstos, dos conceptos sin vínculo económico para el fin pretendido. Y en
materia de pensiones y jubilaciones propone lo que ya está establecido
legalmente, y lo que debe hacerse es cumplir con la norma jurídica vigente.
“Primero los pobres”, aseguró el presidente del desorden.
Pero ahora los primeros son los ricos de México, (los ricos que se han asociado
con el autócrata del desmadre) ya que están más ricos, según datos de la
revista Forbes.
Mientras, hay más millones de pobres, con todo y la
maquillada gubernativa. Los pobres siguen siendo pobres, con todo y las migajas
que se les dan, como pensiones, becas, auxilios y dadivas, para su consumo, y
no para insertarlos en la producción.
Les da, a esos pobres, para que sobrevivan, y para que
voten a favor de los candidatos del presidente marrullero, quien obsequia
limosnas con el dinero de la población; es decir, el pillo Andrés saluda con
sombrero ajeno.
Una atenta sugerencia para todos los que reciben esas
becas y pensiones: recíbanlas agradeciéndolas a los mexicanos productivos que
pagan impuestos, usen ese dinero para el bien de su familia, pero voten
libremente, por quienes pueden poner orden, en esta “entropía” que ha forjado
el obradorato.
La “entropía” es la unidad de medida del desorden en la
segunda ley de la termodinámica; y la invoco, aquí, para apodar a ese desmadre
que padecemos por la corrupción y el dogmatismo de un autócrata, a quien necesitamos
frenar, con nuestra libertad crítica y nuestro voto.
Eso es nuestro “qué hacer”, en estos primeros cinco meses.
Con toda mi libertad crítica he dado mi razonamiento; y el 2 de junio próximo
requerimos votar en contra del desmadre que ha provocado el presidente que ya
se va, con todos sus candidatos, sus títeres y sus marionetas electoreras.