LOGOS
Agonía presidencial
NO SUPO SER PRESIDENTE
El actual
presidente de México tuvo, durante lo que corre del siglo XXI, una constante
ambición para llegar al cargo que ostenta.
Su codicia
por ese cargo lo ocultó en su primer intento; por ello, aseguró en ese tiempo:
“A mí que me den por muerto. No contendré”.
La
entrañable apetencia por ser presidente del país lo condujo a decir y hacer
tonterías: “Al diablo con sus instituciones”, y a simular una farsa jactanciosa
al ponerse la banda presidencial y declararse en un mitin callejero: “Yo soy el
presidente legítimo”.
Como nuestra Carta Magna no permite la reelección
presidencial, él mismo tuvo que negar la existencia “legítima” de su
presidencia falsa, para volver a participar por tercera vez en el proceso
electoral rumbo a ese cargo con el que hoy farolea.
Lo raro, es que ni sabía (ni sabe a pesar de sus cerca de
cinco años de gobierno) lo que es ser presidente de la república.
Paradójico, pero López al ganar abrumadoramente la
presidencia en julio del 2018, tomó ilegalmente las riendas del poder, con
anuencia ilegal de su antecesor; iniciando una concentración de poder que,
entre sus cuitas e incordios, ha avanzado temible e inconstitucionalmente.
Así, la república la transformó en reprivada.
De los tres poderes intentó hacer uno solo, a su cargo.
Antes, éramos la dictablanda de un partido o de un grupo;
hoy somos una dictadura manejada por un intrigante enloquecido.
Adelantó su
propia sucesión, para concentrar más su poder. Ansía que su maximato sea de
“corcholatas”.
Desea
manejar todo el erario nacional para poder tener todo el poder sobre los
mexicanos.
Regala el dinero que es de todos los habitantes de
nuestro país, él personal y directamente, sin intermediarios y no por amor
franciscano, sino para que la gente vote por los que el disponga, so pretexto
de que únicamente así les pude seguir dando más dinero.
Dinero para el consumo y no para la producción, por lo
que llegará un día en que todo ese fraude reviente y genere un tremendo caos
económico en México.
El actual presidente, aún no sabe qué es ser presidente.
Él mismo, se calificó desde el inició (para tasar a sus
colaboradores) “90% de honradez y 10% de capacidad”.
Siendo a la vez un redomado mentiroso, la corrupción de
México la sigue encabezando el presidente López, quién siendo tan inepto, ignora
todavía qué es ser presidente.
Esa ignorancia lo lleva constantemente a confesar
públicamente sus actos de autoridad. Desde faltas administrativas hasta delitos
graves.
Desembuchó
hace días: “Quiere silenciarme el Instituto Nacional Electoral (INE). Me
prohíbe hablar sobre los aspirantes al 2024. Por eso voy a aparecer con una
cinta en los labios. ¿Y dónde queda la libertad?, ¿y la libertad de expresión?,
¿y la libertad a disentir?, ¿y el derecho a la réplica?, qué, ¿no son
principios básicos de la democracia?”
Y el INE se
achicó, transgrediendo a la Constitución: “Bueno, que preferentemente no viole
la ley”.
Mientras el
presidente se insufló: “Si no quieren que yo hable de ellos, lo más equitativo
es que ellos no hablen de mí. Yo soy el dirigente de un movimiento de
transformación, que tiene el propósito de combatir corruptos, hombres y
mujeres, clasismo, racismo y discriminación”.
Tanto atraso
necio no pude caber en el presidente de México. Él no puede obrar, desde su
significado cargo, como un simple dirigente de un movimiento.
Nuestro
presidente, como cualquier autoridad gubernativa, exclusivamente puede hacer lo
que sus atribuciones constitucionales le permitan, no menos, pero no más.
No aceptemos
candidatos ignorantes, por más atractivos que parezcan.
Todo
mexicano necesita preparación política, con responsabilidad e inteligencia.
Nunca más un
presidente con tanta ineptitud y tanta corrupción. Jamás votemos por alguien
que no sepa qué es ser presidente.