LOGOS
¡Mes
patrio a la vista!
SÓLO
MIS CHICHARRONES TRUENAN
Paul Valéry (1871-1945), poeta francés
generoso, nos heredó atractivos conceptos en su ‘Discurso de la Historia’:
“Recuerdo una pequeña escena que me
refirió el pintor Degas. Me dijo que siendo un niño acompañó a su madre de
visita a la señora Le Bas, viuda de un famoso asambleísta de la Revolución
Francesa. Terminado el encuentro, la señora Degas se detuvo en seco, conmovida,
y señaló los retratos de Robespierre, de Couthon y de Saint-Just, colgados en
la pared; y con grito de horror manifestó, ¿cómo, todavía guarda aquí las caras
de estos monstruos?”
“Cállate Célestine”, indicó la señora Le
Bas, “ellos eran unos santos”.
Al valorar a esos sujetos de la
historia, Valéry conceptualiza: “No entremos al futuro andando hacia atrás como
los cangrejos… la historia, casi no nos permite prever, pero asociada a la
independencia de espíritu puede ayudarnos a ver mejor. La historia enseña que
nuestras querellas intestinas siempre nos han sido fatales”.
La Revolución Francesa, con sus “monstruos”
y/o sus “santos”, ha tenido, de una u otra forma, vínculo con los tres grandes
movimientos históricos de México: Independencia, Reforma y Revolución.
La Independencia como inicio de una
nueva nación (al dejar de ser colonia de la Nueva España para configurar lo que
hoy es Estados Unidos Mexicanos) está constituida por raíces fincadas en los
siglos XVI, XVII, XVIII y XIX.
En cada uno de esos siglos siempre hubo
seres humanos, en la Nueva España, que intentaron su independencia de España,
comenzando por Hernán Cortés y sus hijos, y concluyendo con Agustín de Iturbide
y Vicente Guerrero.
Empero, los más destacados personajes en
ese largo proceso independentista fueron Miguel Hidalgo y Costilla y José María
Morelos y Pavón, quienes reconocidos por un sentimiento nacional provocan que a
septiembre se le llame el “mes patrio”, incluyendo en el calendario cívico sus
días claves: 16 (grito de libertad) y 30 (nacimiento de Morelos).
Se agrega, con justicia, a ese mes, la
gesta épica de los llamados Niños Héroes, quienes lucharon contra el ejército
invasor de los Estados Unidos de América en el 1847, al robarle a México más de
la mitad de su territorio.
Hidalgo y Morelos, líderes de hombres,
maestros de la acción, formaron parte del pueblo; y, al encabezarlo, lo convirtieron
en protagonista de la Historia.
A diferencia de nuestros héroes, el
presidente Andrés Manuel López Obrador (quien pretende que sólo sus
chicharrones truenen) toma al “pueblo” exclusivamente como una figura retórica,
lo utiliza como paisaje de sus discursos, como un insulso pretexto, no lo
admite como sujeto principal de la historia, pues el único actor estrella
válido, para tamaño egoísta, es Amlo.
El Padre de la Patria y el Siervo de la
Nación lucharon denodadamente (entre otros propósitos); primero, para que la
colonia de la Nueva España se independizara de la Corona Española, y
constituyera una nueva nación; segundo, para obtener la libertad de los seres
humanos que habitaban en esa colonia, aboliendo la esclavitud; tercero, para
que desaparecieran las castas, ya que todos los humanos (negros, mestizos,
mulatos, criollos, blancos) son iguales; y, cuarto, para que se reintegraran
enormes terrenos, en manos españolas, a las comunidades indígenas.
Agustín de Iturbide, los españoles y
criollos, podían aceptar la independencia, pero no la abolición de la
esclavitud ni la terminación de las castas ni la reintegración de tierras a los
pueblos originales, por eso lucharon y vencieron militarmente a Hidalgo y a
Morelos.
Y si el 27 de septiembre del 1821
Agustín de Iturbide, los españoles y criollos, junto con Vicente Guerrero y sus
seguidores, levantaron el Acta de la Independencia, fue porque tanto la
Constitución de Ballona, primero, y después la de Cádiz, (constituciones
enviadas desde España para la Nueva España) introdujeron en sus preceptos los
cuatro principales postulados de Hidalgo y de Morelos.
Con base en nuestra perspectiva
histórica, veamos el futuro de frente como gente responsable, y no de espaldas,
como los cangrejos de Valéry.
Y al no poder prever completamente el
futuro, con espíritu libre, y no dogmático, decidamos por el mejor porvenir, al
no permitirle, a nadie, que genere querellas intestinas entre mexicanos.