LOGOS
Golpes
gorilescos
LOS
DIOSES NO TIENEN TRASERO
Beatriz Pagés con acierto asevera que
“Salgado Macedonio es la esencia de lo que representa el régimen
lopezobradorista”.
Varias personas de diversas tendencias,
entre las que se encuentra el senador morenista Germán Martínez, afirman que “Félix
Salgado es el rostro de la 4T”.
No hay duda de que ese Macedonio se ha
convertido en personaje siniestro, sembrador de bravuconadas sin sentido,
fantoche y violador, según denuncias.
Sus supuestas violaciones son penales, y
también electorales.
El INE le aplicó a Félix (aspirante a la
gubernatura de Guerrero), como a otros precandidatos, la única sanción que
establecen los artículos 229 fracción 3, 445 inciso d), 456 inciso c), fracción
III, de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales.
“Si un precandidato incumple la
obligación de entregar su informe de ingresos y gastos de precampaña dentro del
plazo establecido, y hubiese obtenido la mayoría de los votos en la consulta interna
o en la asamblea respectiva, no podrá ser registrado legalmente como candidato…
y si ya está hecho el registro, se cancelará.”
¡Ésa es la única sanción!, no hay otra.
¿Es excesiva? Esta pregunta es
irrelevante, pues lo ordena la ley que el mismísimo Andrés Manuel López Obrador
impulsó, cuando fue opositor.
Es una sopa de su propio chocolate; y de
chocolate saben todos los miembros de la familia del presidente Amlo, ya que
han establecido una industria chocolatera próspera, bajo la sombra del poder.
Pero esa legal y debida aplicación de la
ley se ha convertido, para Andrés Manuel y todos sus ciegos seguidores, en un
terrible agravio.
Y como gorilas se dan golpes de pecho, con
el ánimo de infundir terror en instituciones y personas; y como toros
embravecidos tratan de arremeter al que se les oponga.
Con el Tribunal Federal Electoral no
tienen problemas esos supuestos agraviados; la mayoría de los magistrados que
lo integran son ofuscados amlovers.
Sin embargo, no es nada fácil para ese
tribunal obsequioso, ya que reconoció oficial y públicamente que los
precandidatos sancionados sí actualizaron las faltas establecidas en las
hipótesis jurídicas de la ley; y esa ley, repito, tiene exclusivamente esa
sanción: no registrar o perder el registro.
¿A quién le harán caso esos magistrados,
a su dios Amlo o a la Ley?
Y no sólo para lo electoral, sino para
algo más delicado: el proyecto de nueva Ley Orgánica del Poder Judicial de la
Federación, equívocamente aprobado por el senado; donde en artículo transitorio
otorgan inconstitucionalmente dos años más como presidente ministro de la SCJN
a Arturo Zaldívar Lelo de la Rea, como si le pagaran un soborno o lo estuvieran
cohechando.
El cuarto párrafo del artículo 97 de
nuestra Carta Magna es claro, y no pude ser reformado por un artículo
transitorio, ni por el senado ni por el Congreso de la Unión, sino sólo por el
Congreso Constituyente Permanente, y lo que este constituyente aprobara no
puede ser retroactivo: “Cada cuatro años, el Pleno elegirá dentro de sus
miembros al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el cual no
podrá ser reelecto para el periodo inmediato posterior.”
Y López Obrador arteramente dijo, primero,
“no sé nada, pero estoy de acuerdo con que Zaldívar siga como presidente”; y,
después, confesó que él lo había propuesto.
El jesuita del siglo XVII Caspar
Wanderdrossel, personaje del que escribió el argentino Jorge Luis Borges
(1899-1986), al igual que el italiano Umberto Eco (1932-2016), dijo que en un
naufragio se salvó el capitán y cinco marineros. Festejaron con aguardiente su
sobrevivencia en una isla. Salió el sol y fueron sorprendidos por negros guerreros.
El capitán de gran estatura, atlético, blanco, barbado, rubio, de ojos azules, tomó
su pistola y disparó a quien encabezaba la agresión, matándole de inmediato.
Los isleños se arrodillaron sumisos ante el capitán, considerándole un dios,
obsequiándole el collar y la lanza del jefe muerto. El capitán tomó los regalos.
Se dio vuelta para alcanzar su ropa y vestirse, pues estaba desnudo. Al verlo
de espaldas los guerreros se lanzaron en contra de él hasta matarlo, al darse
cuenta de que tenía nalgas, ya que para esa tribu los dioses carecían de
trasero.
En este siglo XXI tenemos que aprender
del sentido común de esos aborígenes.
Urge saber si nuestros presidentes son
dioses, o no; nos basta ver si tienen trasero, ya que hay quienes lo enseñan en
cada uno de sus nocivos actos de autoridad.