martes, 17 de diciembre de 2019


LOGOS
Repasó su vida
MORELOS FRENTE A SU MUERTE
        José María Morelos y Pavón fue aprehendido cerca de las 11 de la mañana del día 5 de noviembre del 1815 en Tezmalaca, ahora Estado de Guerrero, por diez soldados al mando de Matías Carranco, subalterno del Coronel Manuel de la Concha.
        A partir de ahí quedó privado de su libertad hasta caer muerto por un pelotón de fusilamiento en Ecatepec, hoy Estado de México, a las 16 horas del 22 de diciembre del 1815.
        Durante ese lapso de 45 días vivió el detenido tribulaciones de toda especie: malos tratos, procesos degradantes, tortura para obtener su delación y su arrepentimiento (lo que nunca lograron, ya que el documento que se exhibió es falso), y en fin, la autoridad militar, civil y eclesiástica, se cebó con él.
        Todos los delitos y los pecados de moda de esos tiempos le fueron indilgados y, así, lo condujeron a la muerte; Morelos frente a ella, de cara a su propio fallecimiento, se portó como un Hombre (con "H" mayúscula), y tuvo tiempo de recordar su vida.
        Rememoró: "Donde yo nací fue el jardín de la Nueva España", refiriéndose a Valladolid, hoy Morelia, por adoptar y adaptar a su nombre, el apellido de ese héroe.
        Se acordó de sus primeros catorce años de vida, los que transcurrieron en una ranchería cercana a Valladolid: Tzindurio; la que hoy, en 2019, se encuentra totalmente conurbada con Morelia.
        En ese tiempo, el niño y adolescente José María visitaba a Valladolid con alguna frecuencia, ya con sus padres, o con su abuelo materno, quien teniendo vocación de maestro enseñaba a algunos niños, entre ellos a José María, niño pobre que alternaba los trabajos que le imponían en su hogar, rural, con los inicios de un aprendizaje de pretensiones escolarizadas con su abuelo materno José Antonio Pavón.
        José María Morelos tuvo que ir a trabajar, a la edad de catorce años, a la Hacienda de Tahuejo, cercana a Parácuaro y a Apatzingán, ahora Estado de Michoacán, con su tío paterno Felipe Morelos.
        José María Morelos vivió como arriero durante aproximadamente once años, la escuela dura de la existencia ayudó a forjar su carácter, agudizó su sensibilidad social, templó su visión humana de las cosas, le dio una experiencia vital; esos severos viajes por entre cañadas, tierras bajas de la tierra caliente, agrestes montañas, y costas de un Océano Pacífico que no tiene nada de apacible, le dieron a conocer muy bien los escenarios en donde forjaría, con otros seres humanos, hechos trascendentes de nuestra Historia, enseñándole la condición humana de sus contemporáneos, desde su conducta superficial y externa hasta el fondo de sus almas.
        Seguro hizo memoria que a sus 24 años se inscribió en el Colegio de San Nicolás Obispo, donde conoció y trató al Rector Miguel Hidalgo, que se ordenó de sacerdote, que ejerció el ministerio con grandes penurias en lugares abandonados e insalubres, hasta llegar a Carácuaro y Nocupétaro, en donde pudo hacer ahorros, conocer el amor, y tener un hijo, muriendo María Brígida Almonte en el parto.
        Sus ahorros los obtuvo al dedicarse, también, a la agricultura y el comercio, a través de la arriería, bien conocida por él, y en vínculo a dos familias ricas de Valladolid, la de Isidro Huarte, suegro de Agustín de Iturbide, y la de José María Anzorena, a quién firmó el primer decreto de abolición de la esclavitud por órdenes de Hidalgo.
        Si con su vida económica fue Morelos discreto, con su vida sexual redobló sus cautelas. Ante sus inquisidores, y pronto a morir, confesó que había tenido dos hijos, y una hija, con vientres diferentes. Pero el único hijo que había vivido con él, fue Juan Nepomuceno, quien a su corta edad anduvo en los combates comportándose con valentía, por ello Morelos, con la simpatía de los oficiales, le impuso grados, hasta darle el de "general brigadier".
        Y evocó Morelos más cosas de su vida antes de su muerte; empero, el espacio periodístico no me alcanza por ahora. Les debo el resto, y espero pagarlo pronto.
        Recordemos que se cumplen 204 años del fusilamiento de Morelos, el mejor de los nuestros.